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Tesla: sorpresa… ¿para quién?

Tesla: sorpresa… ¿para quién?

Tesla: sorpresa… ¿para quién?

Por Enrique Dans*

Mi último artículo sobre Tesla, a finales de diciembre del pasado año, hablaba sobre incrédulos y descreídos, de la incredulidad de muchos al ver cómo la compañía estaba siendo capaz de cumplir su estrategia y sus objetivos, y batió records de lectura y comentarios. Aquel artículo, publicado antes de que la compañía hiciese públicos sus resultados del cuarto trimestre de 2019, respondía a mi reacción cuando las acciones de Tesla superaron los $420, que se correspondían con la valoración que su fundador había anticipado cuando, frustrado por el comportamiento del mercado, se planteó excluir a la compañía del mismo.

Algo más de una semana después del artículo, el 3 de enero, la compañía publicó sus datos de producción y venta de vehículos para el 4º trimestre de 2019, que superaban sus propias estimaciones y las de los analistas, y el precio de sus acciones se disparó. A finales de ese mismo mes de enero, Tesla publicó sus datos financieros, en los que se evidenciaba no solo que lograba ser rentable por segundo trimestre consecutivo y pulverizar las previsiones de todos los analistas, sino además, dibujar un 2020 enormemente esperanzador, con un Model 3 que superaba todas las previsiones, un Model Y que anticipaba su disponibilidad, un Cybertruck que superaba el medio millón de peticiones de reserva, una fábrica en China ya plenamente operativa, y un relanzamiento de su oferta de generación y acumulación de energía solar.

Las acciones volvían a dispararse, superaban los $800, y llevaban a Elon Musk a desdecirse de sus intenciones de salir a por más dinero y a emitir más acciones por valor de dos mil millones de dólares. El mercado, tras una breve caída como siempre que se pone más papel en circulación, volvió a reaccionar casi inmediatamente de manera abrumadoramente positiva, y llevó el valor por encima de los $900, para una valoración total de más de 168,000 millones de dólares.

¿Especulación? ¿O será, más bien, que en el escenario de un 2020 en el que la industria de la automoción finalmente cae de su caballo y se ve obligada a tomarse en serio el vehículo eléctrico, Tesla está mejor situada que ninguna otra marca? En baterías, cuya fabricación se ha revelado desde hace mucho tiempo como el activo más estratégico de la industria, dispone de una sólida posición y de un suministro propio y privilegiado del que otras compañías carecen, ademas de llevar a cabo mucha más investigación y desarrollo en las tecnologías relacionadas con su fabricación, sus componentes o su recarga. Todo propietario de un Tesla que se haya fijado como, al aproximarse a uno de los supercargadores de su red, su automóvil comienza a pre-calentar sus baterías unos kilómetros antes de llegar para obtener así una recarga más rápida, más eficiente y menos perjudicial para su duración sabe perfectamente que la tecnología de la marca está muy por encima de la que otros fabricantes poseen.

Pero esa supremacía no se limita a los componentes físicos del vehículo, a aquellos en los que la industria creía que podía competir: va mucho más allá, y se expresa sobre todo en lo que convierte a un vehículo hoy en día en un gran ordenador con ruedas. Un reciente análisis de los componentes de un Tesla reveló que en todo lo referente a microprocesadores, arquitectura y software, la compañía está al menos seis años por delante de sus principales competidores.

No, no es especulación, por mucho que la acción pueda subir o bajar en función de los movimientos de quienes apuestan contra ella o quienes pretenden hacerse ricos rápido. Es una forma diferente de entender la innovación, y de llevarla a cabo con seriedad. Pero sobre todo, una forma de formular la estrategia con el fin más ambicioso que existe, uno que la industria de automoción nunca se había planteado: cambiar el mundo.

*Texto íntegro e imágenes, publicados gracias a licencias Creative Commons

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