Slack para todo
Por Enrique Dans*
Slack es, sin duda, una de esas herramientas que muchos hemos aprendido a ver como algo natural, como una parte indispensable de la vida profesional, una especie de hilo conductor de la actividad profesional. La compañía, fundada por Stewart Butterfield en 2013 años después de haber vendido Flickr a Yahoo!, responde originalmente, según su fundador, al acrónimo de “Searchable Log of All Conversation and Knowledge”, y ha sido definida por muchos como “la asesina del correo electrónico“: aunque lógicamente no logra eliminarlo completamente – toda compañía recibe correos electrónicos y se ve obligada a enviarlos – sí es capaz habitualmente de generar una fuerte reducción en su uso interno. El pasado agosto, Slack levantó una ronda de financiación de 427 millones de dólares y situó su valoración por encima de los 7,100 millones, un hito para una compañía en el ámbito de la comunicación interna que, además, compite con notable éxito con gigantes multibillonarios como Microsoft o Facebook.
Las compañías que utilizan Slack como herramienta de comunicación interna suelen usarlo de manera casi obsesiva, creando canales en los que se recogen todo tipo de actividad, que en muchas ocasiones, excede los límites de lo profesional y se centra en actividades más personales, en canales de todo tipo que van desde la coordinación de actividades más allá de lo estrictamente profesional. Conozco compañías en las que tienen canales para chistes, para aficiones, para coordinar actividades deportivas… Un artículo reciente de Fast Company, “The Slackification of work“, afirma que ese comportamiento resulta lógico y positivo, porque responde a la herencia de los comportamientos del office chat, de la charla de oficina que abarca los más variados temas y que se convierte en un elemento de cohesión social, con un fuerte impacto en el clima laboral o en la cultura corporativa. En el escenario de compañías cada vez más deslocalizadas, distribuidas y en el que los trabajadores, aunque no trabajen permanentemente en remoto, sí puedan hacerlo con cierta libertad o de manera flexible, Slack se convierte en un elemento conductor cada día más importante.
En muchos sentidos, Slack representa la adaptación de la rutina del trabajo corporativo en una oficina a unos tiempos en los que, cada día más, ese trabajo se está redefiniendo hacia ese tipo de entornos laxamente distribuidos, en los que un trabajador acude a su trabajo cuando tiene algo que coordinar en él de manera presencial, una actividad que requiere su presencia física o un interés por reunirse con alguien y no hacerlo de manera remota a través de una herramienta de teleconferencia, pero trabaja desde su casa, desde un centro de coworking o desde donde le resulte más cómodo en cada momento en función de sus circunstancias. El reconocimiento de que, aunque nuestra relación con determinadas personas sea profesional, es importante abrir otros espacios de comunicación en los que tengan lugar otras conversaciones, otras actividades y otros elementos que no sean necesariamente profesionales, como forma de vertebrar y hacer saludables las relaciones. Y en ese sentido, es donde Slack ha sabido encajar verdaderamente bien, vinculando su crecimiento a la progresiva expansión de este tipo de culturas.
En mi caso, utilizo Slack habitualmente para coordinarme con profesores y con la dirección de una de las escuelas en las que doy clase (aunque la herramienta “oficial” de comunicación en la universidad es otra), y también para mantenerme informado en algunas de las compañías con las que trabajo como asesor o con organizaciones con las que colaboro: seis canales de Slack completamente diferentes, pero que se han convertido en una herramienta de coordinación importante, en la que pulsar no solo la comunicación interna, sino, como comenta el artículo, muchos más elementos. El “un día en la oficina”, pero sin oficina. ¿Y tú? ¿Has tenido experiencia con Slack? ¿Algo que compartir al respecto?
*Texto íntegro, publicado gracias a licencias Creative Commons