Pensamientos y creencias
Por Nadia Maurer
Cuando hablamos de emociones tenemos que hablar de pensamientos y de un sistema de creencias instalado en nuestro ser. Desde antes de nacer vamos adquiriendo información que va formando nuestra identidad. Hay factores determinantes como el lugar de nacimiento, época, familia, cultura, sexo, el lugar que ocupamos en la familia, la historia, los ancestros, el idioma, las experiencias propias y lo que vivimos a través de los demás, en fin, muchísimos componentes que van entretejiendo nuestras creencias y nos irán permitiendo crear una realidad específica, sin embargo, modificable.
Transformar nuestras creencias no es tarea fácil ni sencilla, de hecho es el fin último de las experiencias y paradójicamente son las experiencias las que anclan las creencias.
Todo pensamiento genera respuestas emocionales que se manifiestan en nuestro cuerpo. La alegría quizás te dibuja una sonrisa en los labios; el miedo provoca sudoración y taquicardia, un buen susto nos afloja las piernas; la vergüenza nos sonroja y posiblemente cuando te enojas “ardes de coraje”. Así, cada emoción puede reconocerse físicamente y si pones atención, si te detienes un instante a contemplar en tu interior podrás identificar la creencia que sostiene dicha respuesta emocional.
Cuando liberamos una emoción retenida en el cuerpo es posible descubrir los pensamientos, las ideas, las creencias, incluso las frases que nos repetimos constantemente. Ese dialogo interno en el que demostramos magistralmente que tenemos la razón o bien al contrario, esa discusión en la que somos nuestro verdugo personal.
En ambos casos, la transformación es prácticamente imposible. Cuando permanecen las creencias estamos condenados a repetirlas porque eso le da tranquilidad a la mente, aunque el precio sea un estado emocional limitante y áspero. Las emociones están al servicio de la mente, entonces lo que permanece son las creencias.
Si las experiencias cotidianas te hacen sentir emociones que no te gustan y te sientes incómodo, entonces revisa tus pensamientos y trabaja con tus creencias más arraigadas, porque seguramente es momento de evolucionar y ahí está la clave.
La manera de responder ante las experiencias y los conflictos son la voz de tu interior que te muestra cómo estás con la vida, contigo mismo y con los otros ¡escúchala, no te hagas sordo! En el conflicto está todo tu potencial para cambiar ¡obsérvalo!
Te invito a revisar todo lo que sientes y crees, respira, detente y échale una mirada a tu cabeza ¡indaga! El camino es hacia adentro. No busques culpables, porque esos siempre los vas a encontrar pero no sirven para transformarte. Una vez que identifiques el o los pensamientos que rondan tu cabeza y que generan el conflicto, simplemente imagina que sería de tí si pensaras diferente. Luego, decide si quieres permanecer en el conflicto o transformarte.