¿Mundo de juguete?
Por Carlos Palafox Galeana
Cierro los ojos, respiro profundo, relajo el alma.
Con un dejo de añoranza, revivo y relaciono la infancia que vivió mi generación con una palabra: inocencia. Esa inocencia representada en los caireles de Cristina, la niña ícono de Mundo de Juguete, versión libre de la telenovela argentina Papá Corazón.
Mi infancia la viví en la inocencia. Jugando canicas. Perdiendo mis agüitas y canicones con los amos del juego, José Luis “El Oso”, y Luis Arturo “Frescura”. Revisando y memorizando tarjetas que contenían datos técnicos de autos y aviones, con mi querido amigo y ahora compadre, Tito. Corriendo por el patio de mi colegio, simulando que era un poderoso coche de carreras, con mi entrañable Mario, primer gran amigo de mi vida. Jugando al béisbol cuando había Serie Mundial, con mis vecinos de colonia Sergio, Juan, José y compañía. Pateando un balón en épocas de finales de torneo o de copa mundial, con Pepe, Toño (no los del anuncio), Klaus, El Pelos y El Jamón. Pescando ajolotes, en un pequeño estanque que ahora es un gran Centro Comercial, con Luis, Poncho y otro Pepe. Viendo todas las noches a Topo Gigio; escuchando mi disco favorito, El Libro de la Selva; leyendo la infaltable colección El Tesoro de la Juventud.
Si entendemos a la inocencia como candor, sencillez, estado del alma limpia de culpa, viví mi infancia con inocencia, y todo el mérito lo tienen mis padres.
Ahora como padre, me pregunto en qué mundo les toca vivir a mis hijas su infancia. Según algunos datos del CONAPO y UNICEF, los niños menores de 15 años representan alrededor del 30% de la población total de México. Es decir, en nuestro país hay más de 33 millones 524 mil 563. De ellos, el 61.6% no cuenta con acceso a la atención médica; el 14.8% no asiste a la escuela; tres millones 35 mil, trabajan; 62% ha sufrido maltrato en algún momento de su vida, 10.1% de los estudiantes han padecido algún tipo de agresión física en la escuela, 5.5% ha sido víctima de violencia sexual y un 16.6% de violencia emocional. En los últimos 25 años, han muerto asesinados diariamente dos niños menores de 14 años.
La organización A Favor de lo Mejor (AFM) asegura que los niños mexicanos son los que más televisión ven en el mundo, con un promedio de 4 horas y media al día, y que los contenidos que prefieren son telenovelas y películas no infantiles. 81% de ellos, la ven sin la supervisión de un adulto.
En cuanto a alimentación, la prevalencia combinada de sobrepeso y obesidad afecta a más de 4.1 millones de escolares, que además son muy propensos a seguir siendo obesos en la edad adulta y tienen más probabilidades de padecer enfermedades no transmisibles como la diabetes y las enfermedades cardiovasculares.
Según datos de la revista electrónica Razón y Palabra, el 63.1% de la población infantil urbana tiene computadora en su casa; en el caso del ámbito rural la cifra desciende al 37%. El 55% de los menores del ámbito rural y el 72% del ámbito urbano recorren la internet de forma habitual. El 30% sin supervisión alguna.
67.3% de los niños de zonas urbanas y el 65% de los de zonas rurales, utilizan teléfono celular, básicamente como elemento lúdico. 75% de los residentes en zonas urbanas y el 66% de los que residen en zonas rurales son aficionados a los videojuegos.
Abro los ojos abruptamente. Respiro exaltado. Sudo frío.
Comparo mi infancia, de la que se responsabilizaron mis padres, con la infancia de mis hijas, de la que yo soy responsable.
El balance no es alentador. Mi generación que debe agradecer lo que vivió como niños, no ha reflejado esa gratitud en beneficio de la generación de sus hijos. Es nuestra obligación ineludible, impostergable e intransmisible.
La inocencia es un derecho de todos los niños, y una obligación de todos los padres. Habrá que recordar la letra del tema de Mundo de Juguete: “A buscar, y lograr, un bello lugar donde brille siempre el sol. Mundo de juguete ese es el lugar, mundo de juguete ¿Dónde puede estar? Mundo de juguete vamos a encontrar, mundo de juguete sólo hay que soñar.”
Padres, es nuestro turno de jugar a ser responsables y de soñar con un lugar lleno de sol para nuestros hijos.