Por Malusa Gómez*
Como siempre las vacaciones me alejan de la escritura y no me culpo, finalmente para eso son las vacaciones para sacarnos de la rutina.
Estuve en Madrid, con frío y lluvia y aun así es, sin duda, una de las ciudades que más me gustan. También es una ciudad en la que me ubico bien y aunque me sigo perdiendo de repente, la conozco bastante así que me muevo con mucha facilidad sin necesidad de ir viendo el mapa todo el tiempo y con poco margen de error.
En general, en España, fue una Semana Santa dramática para los fieles, pues el clima provocó que no pudieran salir las procesiones y eso, para mi grandísima sorpresa, significó un drama tremendo, la gente lloraba y sufría casi como si estuvieran en su propio viacrucis. De todas formas, no estaba entre mis planes acercarme a ninguno de estos eventos, que, si bien me parecen interesantes, los tumultos no me encantan y pasados por agua mucho menos.
Visité el Cementerio de Nuestra Señora de la Almudena, tengo una fascinación particular por los panteones, son lugares tranquilos, profundos, llenos de árboles y flores y la verdad es que los muertos y yo no tenemos ningún problema, las construcciones y monumentos suelen ser muy impresionantes y algunas de las lápidas tienen escritos super interesantes. Me gusta ver las fechas, los mensajes y el amor con el que la gente suele despedirse de sus parientes, dejando por escrito lo mucho que los querían y cuánto los van a extrañar.
Además de mi gusto por visitar cementerios, en este en particular están enterrados mis abuelos paternos y algunos de mis tíos y por alguna razón que desconozco, nunca se me había ocurrido ir a visitarlos, ahora que me encuentro en un momento de redescubrir la historia de mi papá me pareció una buena idea ir a la tumba de sus padres.
El Cementerio de la Almudena es casi una ciudad (120 hectáreas), es enorme tanto que el autobús urbano entra y tiene más de una para en su interior pues si te bajas en la entrada y tus parientes están del otro lado, la caminata resultará bastante larga.
Durante la construcción de la Necrópolis del Este (1884) hubo una epidemia de cólera, así que habilitaron de forma provisional al que llamaron de forma coloquial “camposanto de epidemia” y de forma formal Cementerio de Nuestra Señora de la Almudena, junto con la Necrópolis del Este que estaba en construcción, hoy es un solo recinto en el que también se encuentran el Cementerio civil de Madrid y el Cementerio Hebreo. En el cementerio civil se entierran aquellos personajes que la Iglesia católica considera no dignos de entrar en un camposanto, ya sea por sus ideas políticas, religiosas o por ejemplo si su muerte se debió a un suicidio, como en todos lados hay zonas vip y zonas no tanto.
En Wikipedia encontré que ahí están enterrados personajes como: el científico y Premio Nobel Santiago Ramón y Cajal, el alcalde de Madrid Enrique Tierno Galván, los escritores Benito Pérez Galdós, Pío Baroja, Vicente Aleixandre, Juan Carlos Onetti, Dámaso Alonso y Almudena Grandes, el fotógrafo Jean Laurent, el urbanista Arturo Soria, la Faraona, así
como aquellos que cayeron en Cuba y en Filipinas y claro en la Guerra Civil. Está también el mausoleo de Pablo Iglesias, fundador del PSOE y de UGT.
Sin duda una visita que disfruté mucho, la lluvia le puso un toque aún más místico del que de por sí tienen los cementerios, estar frente a la tumba de mis familiares, dejarles flores, pensar, reflexionar, leer sus nombres con fecha de nacimiento y muerte produjo en mí muchas sensaciones, así como pasear entre tanta historia y tantos personajes conocidos y desconocidos.
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