Por Malusa Gómez @marylightg
Los achaques en la pandemia se han ido presentando poco a poco, y con achaques no me refiero únicamente a estados de ánimo, hablo más bien de eso que nuestro cuerpo ha ido sacando conforme el encierro avanza.
¿Será el cambio de hábitos, o la adquisición de malos hábitos lo que provoca que nuestro cuerpo se enoje y nos mande dolores como señales de alarma?
En mi caso, el primer achaque que se manifestó fue el dolor de espalda, por más ejercicio que estemos haciendo, de la mano de algún yutuber, no es lo mismo que el que solíamos hacer al aire libre, en el gimnasio o con algún profesional que nos corrigiera la postura y con esto disminuyéramos la posibilidad de una lesión. Eso sumado a las horas sillón que le hemos dedicado a Netflix, pues la cosa se pone complicada para la espalda. ¿Solución para el problema? Buscar nuevamente en YouTube a alguien que nos sugiera cómo remediar el mal, con el riesgo que eso conlleva.
El segundo achaque: dolor en la zona del cuello, ahora consecuencia de la mala postura para leer, textear y una vez más las horas Netflix, desparramados en nuestro comodísimo sillón. Del cuello baja por el brazo hasta la mano y ya para qué les cuento a consecuencia de qué, pues obvio de lo mismo, horas en la misma postura y la exageración de tiempo que hoy le dedicamos al celular moviendo de manera compulsiva nuestro dedo gordo para subir, bajar, seleccionar y textear.
Pero el tema no son los dolores, sino las causas. La pregunta o el análisis que hago es más bien ¿cómo vivo esta pausa? ¿a qué le invierto tiempo? Y una vez más, se me presenta esa sobre información de la que hablaba hace algunas colaboraciones. Y hablo a título personal, aunque mi mal sin duda es un lugar común en el que más de uno se pueda poner el saco. Mi teléfono todos los días me cuenta cuántas horas dediqué o gasté viendo la pantalla y ni así entendí qué me estaba pasando. Esa necesidad de estar conectada no la pude frenar sola, tuvo que venir mi cuerpo contracturado a pedirme que me estuviera quieta y dejara por favor de hacer eso que estaba haciendo compulsivamente.
Sin entrar en el tema moralino de si termina esta pandemia y no aprendí un idioma, ni escribí un libro, ni arreglé mi casa y todas esas metas que algunos se pusieron y que la verdad me parecen de libro de autoayuda, a título personal sí puedo decir que mi cuerpo me puso un “hasta aquí”, una llamada de atención para darle valor a lo importante o dedicarme a otras cosas que sean más hacia adentro y me separen un poco de la hiperconexión, de la saturación informativa, que me lleven a ser más selectiva con mis tiempos, mis pláticas, mis lecturas, mis selección de qué veo y a qué hora lo veo. De dedicar más tiempo a darme tiempo.
El final del encierro, ahora sí, parece que se acerca. Y yo no quiero que nos dediquemos a decir si hubiera hecho tal o cual, lo hecho hecho está y seguramente lo aprendido fue muchísimo. No seamos duros con nosotros mismos, ya el encierro fue lo suficientemente duro como para ahora flagelarnos. Mejor estemos atentos y veamos cómo se presenta esa nueva forma de coexistir, y manipulemos nuestra propia realidad para que sea como nosotros queremos que sea, para empezar a salir y relacionarnos desde donde realmente nos haga felices y desde donde nos sintamos cómodos. Aprovechemos la pausa, para arrancar desde otro lado, en caso de que el de antes no nos gustara.
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