Suma que multiplica. Espacio libre para discutir y analizar la cotidianidad

La urgencia de adaptar la democracia al nuevo contexto

La urgencia de adaptar la democracia al nuevo contexto

La urgencia de adaptar la democracia al nuevo contexto

Por Enrique Dans*

Una interesante encuesta a un panel de expertos llevada a cabo por Pew Research Center llega a la conclusión de que el efecto de los cambios en el entorno tecnológico sobre la democracia no está en absoluto claro, y que en la muestra predomina un 50% que piensa que sus efectos serán negativos debido a las fake news, la facilidad para la presentación de panoramas distorsionados, la manipulación, la crisis del periodismo y el desarrollo de sistemas de monitorización.

Si algo resulta evidente es que la profusión de redes sociales y nuevos sistemas de comunicación está teniendo un efecto sobre la democracia, y que ese efecto, en general, parece estar llevándonos a entornos en los que, más que nunca, quien más invierte en propaganda y manipulación, más posibilidades tiene de ganar. El masivo «experimento» del millonario Mike Bloomberg con las campañas de influencers en Instagram ha llevado incluso a la propia Instagram y a su propietaria, Facebook, a obligar a reforzar las reglas de transparencia de quienes participen en este tipo de campañas, y a compañías más responsables como Twitter a directamente suspender las cuentas de los implicados alegando la manipulación de su plataforma.

El comportamiento de Facebook en todo lo relacionado con los procesos electorales, y en particular con una campaña, la de las presidenciales de 2020, que sigue tan en riesgo de sufrir maniobras de manipulación como la de 2016, es digno de estudio. Aparentemente, la perspectiva de la victoria de un candidato demócrata, muchos de los cuales abogan por una regulación más dura de las plataformas tecnológicas y posiblemente incluso por una escisión de las mismas, aterra a la compañía, lo que la lleva a no cejar en su papel de permitir que el partido republicano y su candidato, Donald Trump, pueda seguir utilizándola como su principal aliado estratégico. Las quejas de políticos como Nancy Pelosi, que acusan a la compañía de connivencia e incluso complicidad con la administración, evidencian la existencia de una masiva y multibillonaria campaña de publicidad para lograr la reelección del actual presidente, que culminará con la reserva en exclusiva de las campañas en YouTube durante los últimos días de la campaña y el mismo día de la votación.

Semejantes iniciativas demandan claramente la regulación del uso de propaganda electoral en medios que permiten prácticas de microsegmentación como las redes sociales. Las campañas políticas han subvertido la capacidad de llegada de este tipo de medios y pretenden convertirlo en una herramienta de manipulación masiva, algo que ya hicieron en 2016 y años posteriores mediante la participación de actores como gobiernos extranjeros o Cambridge Analytica, y que pretenden repetir en procesos electorales subsiguientes, en lo que equivale a un control de la democracia por parte de aquellos que más dinero pueden poner en ese tipo de campañas.

Por otro lado, si esa regulación es compleja, debería optarse por el mal menor, su prohibición: permitir, como en el caso de Facebook, que sea la propia afectada por la regulación la que opine y genere estados de opinión sobre ella es completamente absurdo y contraproducente. Si plataformas como Google o como Twitter deciden ser responsables y eliminar la propaganda electoral mientras Facebook insiste en mantenerla y se niega además a censurarla aún cuando contenga mentiras evidentes, esto es tan solo una señal de que hay que forzar una regulación sobre Facebook lo antes posible, porque es obviamente demasiado irresponsable como para regularse a sí misma y porque está probando un claro interés no legítimo para no hacerlo.

Adaptar la democracia al nuevo contexto tecnológico es una de las responsabilidades más grandes que tenemos como sociedad, y para llevarlo a cabo, es mejor hacerlo por exceso que por defecto, mejor pasarnos que quedarnos cortos. El pesimismo sobre los efectos de la tecnología sobre la democracia deja de lado un factor fundamental: que la tecnología no se va a desinventar. Ante esa evidencia, urge hacer algo que, como mínimo, nos permita controlar sus potencialmente muy graves efectos. Y la campaña electoral norteamericana a las presidenciales del 2020 se está convirtiendo en la perfecta demostración y en el perfecto escaparate para ello.

*Texto íntegro e imágenes, publicados gracias a licencias Creative Commons

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Entremás.mx.