La inminente disrupción de las telecomunicaciones
Por Enrique Dans*
Tras el lanzamiento de sesenta satélites operacionales de Starlink el pasado 24 de mayo a 550 kilómetros de altura por parte de Space X, el proyecto de Elon Musk ha pasado a tener una visibilidad completamente diferente: ya no hablamos de visibilidad empresarial, sino de visibilidad a simple vista. Las fotografías y vídeos de personas que han visto pasar, en algún momento de la noche, un tren de sesenta satélites en forma de puntos de luz brillantes que se desplazan en el cielo se suceden en la red, y los astrónomos no están nada contentos por lo que ello supone de contaminación lumínica que interfiere con sus observaciones.
Los problemas de los astrónomos, en realidad, no han hecho más que empezar: la compañía, que lleva ya años desarrollando sus cohetes reutilizables y que, consiguientemente, ha conseguido rebajar de forma considerable el coste de este tipo de lanzamientos, se propone poner en órbita un total de doce mil satélites como esos y situados en tres capas concéntricas alrededor del planeta, 1,600 de ellos a los citados 550 km, unos 2,800 a 1,150 km, y unos 7,500 más a tan solo 340 km. En el futuro, la idea de tumbarte a ver las estrellas por la noche va a tener un aspecto y un significado completamente distinto.
El propósito de Starlink poniendo tantos satélites en órbita alrededor de nuestro planeta es evidente: ofrecer conectividad en todas partes, incluso en áreas muy aisladas, y con un coste inferior al que tradicionalmente se consideraba para la alternativa de proveer internet mediante satélites. El diseño de los satélites de Starlink está optimizado en términos de coste y medioambientales, con la idea de mantener la órbita terrestre limpia: los satélites, al final de su vida, utilizan su sistema de propulsión para salir de esa órbita, o si esa propulsión es imposible por algún tipo de problema, quemarse y desaparecer en la atmósfera en un plazo de uno a cinco años, sustancialmente menor que los satélites tradicionales. Además de su uso para la transmisión de datos, la red de satélites admite otros usos que pueden ir desde fines militares, hasta científicos o de exploración.
Proveer acceso a internet a través de satélite no es una idea nueva: hay compañías que llevan ofreciéndolo muchos años. Sin embargo, el contexto tecnológico ha cambiado sensiblemente, y eso ha permitido pasar de satélites que ofrecían un ancho de banda muy limitado, con una elevada latencia y con un precio considerable, a pasar a ofrecer banda ancha, baja latencia y precios completamente competitivos. Quienes piensan todavía que «eso del satélite» no va a lograr nunca ser competitivo con respecto al acceso a internet tradicional, podrían tener que reconsiderar sus asunciones.
Starlink no es la única compañía con la idea de proveer internet desde el espacio: otras, como Telesat LEO, SES O3B, Iridium Next, LeoSat, Samsung o OneWeb o Amazon, pero indudablemente, sí tiene una fuerte ventaja de experiencia y de costes sobre el resto de sus competidores: el primer lanzamiento puso en órbita sesenta satélites en una sola operación, y esa capacidad se seguirá incrementando en el futuro. Se han propuesto ya operaciones que conllevan la puesta en órbita de más de 18,000 satélites, en torno a diez veces la suma total de satélites operativos hasta ahora.
Con las operaciones comerciales previstas para iniciarse en el próximo año 2020 y con los planes de la compañía de obtener ingresos procedentes de esas operaciones de alrededor de $30,000 millones en 2025 – frente a 5,000 millones más procedentes del negocio de lanzamientos – podríamos estar hablando, posiblemente, de la mayor disrupción experimentada por las operadoras de telecomunicaciones desde la popularización masiva de internet: grandes compañías tecnológicas irrumpiendo en el negocio del acceso a internet, con inversiones multimillonarias en infraestructura, una visión completamente alejada de la del negocio de las telecomunicaciones «de toda la vida», y la idea de desplazar potencialmente a los actores tradicionales. Atentos a este espacio.
*Texto íntegro, publicado gracias a licencias Creative Commons