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La catarsis norteamericana

La catarsis norteamericana
Por Enrique Dans*

Los sucesos de los último días, desde el vergonzoso asalto al Capitolio hasta la progresiva expulsión de Donald Trump y sus acólitos de las redes sociales, están escenificando la muy necesaria catarsis que los Estados Unidos imperiosamente necesitan tras cuatro años de espantosa pesadilla. Y que esa catarsis se quedase simplemente en una sucesión de gestos, en lugar de terminar como realmente debe terminar, sería cerrar en falso el problema.

En cualquier país mínimamente civilizado, las cuatro horas de insurrección en las que una turba enfebrecida provocada por Donald Trump y que terminaron con ese asalto al Capitolio, un auténtico golpe de estado que llevaba tiempo fraguándose, serían calificadas como incitación al terrorismo, y conllevarían que el personaje saliese esposado de la Casa Blanca directamente hacia una cárcel federal. En su lugar, lo que estamos viendo es como unas redes sociales que dieron completa carta blanca a Donald Trump y permitieron años de constante desinformación, tratan ahora de adoptar una supuesta actitud digna.

No, la participación de Donald Trump en redes sociales nunca fue algo normal ni debió nunca haber sido permisible. En todo momento se trató de una clarísima incitación al odio, una oda a la división, a la radicalización constante. Los escalofriantes últimos días de su mandato, que el mundo pudo ver horrorizado en directo a través de esas mismas redes sociales que le permitieron escenificarlo, no son sino una consecuencia lógica de una permisividad interesada y culpable, que por otro lado, sirve ahora como prueba de cargo contra los instrumentalizados y manipulados idiotas y contra los peligrosísimos líderes que cometieron ese execrable acto de sedición.

A lo largo de las últimas horas, hemos visto una sucesión de eventos con un patrón muy claro: primero, tanto Facebook como Twitter suspendieron temporalmente las cuentas de Donald Trump tras la publicación de un injustificable vídeo en el que prácticamente jaleaba los sucesos del Capitolio. Tras unas horas, Facebook anunciaba que esa suspensión era prolongada de forma indefinida y como mínimo durante los días que le quedaban de mandato al personaje. Por su parte, Twitter, que había levantado la suspensión, pasaba a anunciar una suspensión permanente debido a la amenaza de más incitaciones a la violencia, suspensión que muchos de sus empleados y hasta la mismísima Michelle Obama reclamaban enfáticamente.

Cuando Donald Trump, al verse privado de su altavoz favorito, comenzó a utilizar otros recursos a su alcance, Twitter eliminó varias de las publicaciones hechas desde la cuenta oficial de la presidencia, @POTUS, y además, suspendió también de forma permanente la cuenta de su equipo de campaña, @TrumpTeam. Además, Shopify eliminó la tienda de productos de merchandising de su campaña alegando incitación a la violencia, Discord eliminó el servidor TheDonald, TikTok eliminó todos los vídeos incitando al asalto y los que utilizaban hashtags relacionados, Twitch eliminó la cuenta de Donald TrumpReddit hizo lo propio con el grupo r/DonaldTrump, YouTube suspendió el canal de podcasts de Steve Bannon, otros siniestros personajes fueron también eliminados en Twitter, y la red social ultraconservadora Parler fue eliminada de la app store de Androidexpulsada de la nube de Amazon y puesta en observación y finalmente suspendida por Apple. Muchos de los extremistas expulsados de estas redes están ahora congregándose en Dlive, red en la que muchos de ellos hicieron streaming del asalto al Capitolio, y que seguramente sufrirá consecuencias similares en breve.

Toda una ofensiva ya no contra Donald Trump, sino contra toda una forma de apalancar y manipular las redes sociales para generar un discurso del odio y la confrontación cuyas consecuencias ahora ya son claras y evidentes. Pero en realidad, Donald Trump no ha hecho nada que no llevase más de cuatro años haciendo: funcionar como un auténtico acelerante del supremacismo, del racismo, del odio y de la violencia.

Que las redes sociales, muchísimo más tarde de cuando deberían realmente haberlo hecho, expulsen ahora a los intolerantes y empiecen a tomar medidas contra determinado tipo de actitudes no quiere decir que hayan recuperado el juicio, sino simplemente que ya no tienen nada que ganar y se preparan para una etapa post-Trump. Para que se produzca la verdadera catarsis que los Estados Unidos necesitan no basta con suspender unas cuantas cuentas en las mismas redes sociales que alimentaron el fenómeno Donald Trump. La democracia no se protege simplemente cerrando cuentas y borrando publicaciones en redes sociales: se protege expulsando a los intolerantes, a los enemigos de la democracia, cerrando ese abismo que Trump abrió y aprovechó. Para que esa catarsis se lleve a cabo, lo que realmente tiene que pasar es que el personaje naranja termine donde debe terminar: vestido de naranja.

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*Texto íntegro e imágenes, publicados gracias a licencias Creative Commons

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