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La caída de las tecnológicas

La caída de las tecnológicas

La caída de las tecnológicas

Por Enrique Dans*

A lo largo de los años desde su creación en 2007, Glassdoor, la página que permite a los empleados de compañías en los Estados Unidos proporcionar anónimamente datos sobre el trabajo en sus compañías e incluso compartir sus datos salariales, se ha convertido en toda una referencia de indudable valor, que muchos candidatos consultan a la hora de considerar ofertas laborales. La imagen que el ranking anual de Glassdoor ofrece de las compañías es, sin duda, un elemento fundamental para las compañías cuando se trata de atraer o retener talento.

En su edición de 2020, el ranking de Glassdoor refleja una tendencia que, por criticable o no que pueda ser su metodología, resulta indudable: la caída de la práctica totalidad de las grandes compañías tecnológicas. Con la excepción de Microsoft, la única que asciende puestos, podemos ver a Google cayéndose del top 10, a Facebook perdiendo nada menos que 16 puestos, o a Amazon que, este año, ni siquiera llega a entrar en la lista de las cien primeras.

El resultado del ranking Glassdoor de 2020 parece confirmar varios de los elementos que se han comentado últimamente: la caída de Google desde los tiempos en que era aquella mítica compañía en la que todo el mundo deseaba trabajar, hasta su actual proceso de progresiva «normalización» para convertirse en simplemente «una compañía más», investigada por las autoridades laborales para asegurar que respeta la libertad de expresión de sus empleados, que no los despide por causas arbitrarias o que no persigue la sindicalización; o la de una Facebook en la que la progresiva caída de la moral de sus empleados y de la confianza de sus usuarios llega ya hasta el patético punto en el que la compañía ofrece a sus empleados la ayuda de un chatbot para que puedan responder a preguntas difíciles sobre las actividades de la empresa.

¿Qué ha pasado en las compañías tecnológicas? Los viejos profesores en las escuelas de negocios aún recordamos perfectamente la época en la que nuestros alumnos, de manera abrumadora, querían, tras graduarse, trabajar en consultoría o en empresas financieras, esas mismas que ahora los sustituyen por algoritmos. Tras aquella época, que terminó de manera abrupta con la caída de Lehman Brothers y la crisis económica, las grandes estrellas de la fiesta pasaron a ser, indudablemente, las compañías tecnológicas: todos los alumnos brillantes aspiraban, tras la graduación, a trabajar en ellas, y si llevabas como invitado a tu clase a un ex-alumno o a un directivo con experiencia en esas compañías, te convertías en su héroe. Ahora, el cuestionamiento de las compañías tecnológicas ya no solo se nota en el ranking de Glassdoor: se percibe en todas las discusiones en clase. Y curiosamente, la sensación empeora a medida que los alumnos disminuyen en edad, algo que no parece indicar nada bueno.

Mientras la sociedad se plantea cómo regular el poder de las grandes tecnológicas, el cuestionamiento parece llegar al mismísimo Silicon Valley: Elizabeth Warren, la candidata demócrata que más ha hecho bandera de la necesidad de romper esas compañías, es la que más apoyos recibe entre sus propios trabajadores.

El nuevo ranking de Glassdoor no ofrece demasiadas claves sobre qué tipo de compañías podrían suceder a las grandes tecnológicas en la admiración de la sociedad. El resultado de este año es un confuso batiburrillo de compañías de todo tipo, desde compañías de software como HubSpot, que se sitúa en la primera posición y destrona a una Zoom que desaparece de la lista, hasta consultoras, aerolíneas o empresas de hamburguesas, sin un elemento de continuidad claro o aparente. Sin duda, vivimos un momento de transición que aún ofrece muy pocas pistas sobre lo que viene. Pero la caída de las grandes tecnológicas es, sin duda, un elemento muy preocupante, por lo que conlleva pasar de ser ese elemento central en la cultura popular lleno de oficinas coloristas, futbolines, masajes y snacks a todas horas, para convertirse en «empresas de toda la vida» o incluso, en algunos ámbitos, en referencias perjudiciales o negativas.

Cuando trabajar en Google o en Facebook ya no te convierte en el héroe de tus amigos sino en algo muy distinto, cuando hasta los fundadores abandonan el barco y tu propia compañía tiene que intentar proporcionarte argumentos para que te defiendas de acusaciones hostiles, es que algo ha cambiado. Es que algo, claramente, ha salido mal.

*Texto íntegro e imágenes, publicados gracias a licencias Creative Commons

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