Instituciones públicas, empresa española e innovación
Por Juan F. Castro-Cal
Recientemente se publicó un informe de PwC según el cual “los expertos y directivos consideran poco relevante el papel de las instituciones para impulsar la innovación y la digitalización en la economía” y, en consecuencia, cifran el elemento clave en el talento y el capital humano.
Tan sólo El Confidencial, uno de los diarios digitales de referencia en España, recogió la noticia. Amén de los consabidos valores sobre el gasto en I+D en España, su evolución a lo largo de la pasada década y el impacto en el sistema público y universidades. Entre las conclusiones clave, el talento encuentra un mejor acomodo (cuando se encuentra) en las empresas antes que en las universidades; el gasto en I+D en nuestro país se califica por sí sólo y que las empresas españolas adolecen del tamaño suficiente para acometer las inversiones en I+D que su pulsión innovadora reclama. Y, por último, la necesidad de redefinir la relación público – privada.
Se vuelve así, una vez más, al nudo gordiano: el capital humano y el talento en nuestro país. La formación y la gestión. Este, y no otro, es el “elefante” en mitad de la sala, y así, surgen infinidad de cuestiones tales como:
- ¿Cómo abordar la necesaria colaboración entre empresas e instituciones públicas a partir del intercambio de personal?
- ¿Cómo conjugar el camino de ida y vuelta entre la Academia y la Industria sin lastrar los legítimos anhelos de progreso en el mundo académico?
- ¿Es verdaderamente creíble que alguien que se traslade por un par de años de una Universidad a una empresa y reduzca en un 50% (mínimo) su tasa de publicaciones indexadas mantendrá la misma posición en la carrera profesional?
- Fuera de un hipotético mejor salario puntualmente ¿le compensará asumir el riesgo ante la ortodoxia Académica?
- ¿Cuántos investigadores, universitarios españoles han trabajado en el sector privado por un mínimo de un par de años desligados de la función pública? ¿un 5%? ¿un 15%? ¿Por qué no hay una estadística al respecto?
- Y, de los que lo han hecho ¿les ha servido realmente como mérito en su carrera profesional?
- ¿Es igualmente concebible que la vinculación y la transferencia de conocimiento de vanguardia se realice sin la participación del talento que ha generado ese mismo conocimiento?
- ¿Cómo conjugar de un modo equilibrado, simétrico y justo la puesta en valor de activos intangibles de titularidad pública a través de un actor privado?
- Derivado, en parte de lo anterior ¿alguien cree sinceramente que la industria financiera va a ocupar el espacio que potencialmente debería sin la resolución de las cuestiones anteriores? ¿sin la capacidad de formalizar partenariados público-privados con propuestas de proyecto de I+D+i con la envergadura, estructura, gestión y medida aquilatad del riesgo vs beneficio mínimos?
Estas y otras cuestiones semejantes deben conjugarse a la luz de la necesaria transparencia, concurrencia competitiva y auditoría exigibles al uso de recursos públicos que demanda una sociedad democrática y abierta. Estas y otras cuestiones semejantes no suponen (necesariamente) un incremento de los presupuestos. Implican un “modelo de país”, un “modelo sistémico de ciencia y tecnología español” diferente. Estas y otras cuestiones semejantes no son resolubles con una maraña normativa y legal que desmigaja la inversión en múltiples subvenciones e instrumentos varios de compleja gestión, tardía.