Por Enrique Dans*
La sinización es el proceso por el cual las sociedades de otros países caen bajo la influencia de la cultura china, en áreas que van desde la cultura, el idioma o las normas sociales, hasta cuestiones como dieta, escritura, industria, educación, idioma, derecho, estilo de vida, política, filosofía, religión, ciencia, tecnología, cultura o sistemas de valores. Como proceso, el interés por promover la sinización es algo que el gobierno chino nunca ha ocultado, particularmente desde la llegada al poder de un Xi Jinping que da forma a una era caracterizada por una creciente ambición global, por aumentar la influencia global de China, y por remodelar la gobernanza mundial. Como el propio Xi dijo durante el XIX Congreso del Partido Comunista Chino en otoño de 2017, «será una era en la que China se acercará al centro del escenario y hará mayores contribuciones a la humanidad».
En esta estrategia de influencia creciente, la colonización tecnológica juega un papel fundamental. Y si un país está experimentándola recientemente, ese es su gigantesco vecino del sur, India. En India, las compañías chinas han encontrado un mercado importantísimo, sobre el que pueden ejercer una enorme influencia: la inmensa mayoría de los smartphones que se venden en India son de marcas chinas, con Xiaomi como líder, y las apps procedentes de China como TikTok y otras mantienen una enorme popularidad.
Recientemente, el recrudecimiento de los enfrentamientos militares fronterizos entre ambos países en el norte del país y las acusaciones a China por su papel en la pandemia han despertado un fuerte sentimiento nacionalista y contrario a China entre una parte significativa de la población india. Así, y aunque los fondos de capital riesgo chinos han sido habitualmente muy importantes en el ecosistema empresarial indio, el pasado abril, el gobierno indio prohibió la inversión extranjera para evitar la adquisición de compañías indias en dificultades debidas a las medidas de confinamiento. Con la reciente escalada de las tensiones en la frontera, millones de indios se descargaron una app de Android, Remove China Apps, que desinstala del smartphone todas las apps de procedencia china, hasta que Google la excluyó de su Play Market por violar sus políticas de comportamiento engañoso.
Sin embargo, según fabricantes como Xiaomi, el creciente sentimiento en contra de China no estaba afectando a sus ventas: frente a unos pocos casos de indios que destruían simbólicamente sus terminales, otros muchos los seguían comprando sin parar. Lo mismo ocurre con las apps chinas: mientras algunos las desinstalan, muchos otros las siguen descargando y utilizando sin parar, en el que desde hace tiempo es el mercado más importante para apps como TikTok.
Ayer, el gobierno indio decidió dar un paso más, y prohibió 59 apps chinas entre las que se se incluyen la citada TikTok, la super-app WeChat, las aplicaciones de comunidad y de videollamada de Xiaomi, dos de apps de Alibaba, la del tercer sitio de comercio electrónico del país, Club Factory, y muchas más. El gobierno indio sostiene que la decisión se deriva de la naturaleza emergente de las amenazas que esas 59 aplicaciones suponen, y afirma que se dedican a actividades perjudiciales para la soberanía e integridad de la India, la defensa, la seguridad y el orden público. El movimiento pretende busca «garantizar la seguridad y la soberanía del ciberespacio indio», y responde a entre otras cosas a la recopilación de datos de ciudadanos indios y a su exportación a China, «un asunto que genera una profunda e inmediata preocupación y que requiere medidas de emergencia».
Hace dos días lo comenté en un artículo que ha recibido muchísima atención: la creciente popularidad de TikTok y de otras aplicaciones chinas es parte de una ofensiva cultural, de un proceso de sinización, de un intento de colonización cultural del resto del mundo, y que refleja además la obsesión del gobierno chino con el control social y la obtención de datos de los usuarios. Los numerosos informes que indican importantes defectos en el tratamiento de los datos de apps como TikTok no son en absoluto una casualidad o un accidente, sino que representan un patrón sistemático, una forma de hacer las cosas, una filosofía. La prohibición de 59 apps chinas decidida ayer por India es una reacción ante la incoherencia de experimentar una colonización cultural por parte de un país vecino con el que, además, se mantienen contenciosos territoriales. Pero no descartemos medidas similares en otros países: no es necesario mantener contenciosos fronterizos o militares para plantearse los efectos a medio y largo plazo de una expansión como esa.
Estamos pasando de vivir en una red fundamentalmente caracterizada por un dominio de los Estados Unidos derivada entre otras cosas del origen norteamericano de internet, a una en la que China adquiere un peso específico cada vez más importante, y que pretende utilizar para hacer su filosofía y sus valores más aceptables en el resto del mundo. El cambio de filosofía y de valores es muy importante, y seguramente se hará notar de muchas maneras. Lo de India puede que sea tan solo una reacción puntual… pero no creo que sea la última.
*Texto íntegro e imágenes, publicados gracias a licencias Creative Commons