Por Malusa Gómez @marylightg
Es muy curioso cómo ha ido cambiando el encierro. Me impresiona la capacidad que tenemos los humanos de normalizar las circunstancias sean cuales sean, bien dice el dicho “A todo se acostumbra uno, menos a no comer”.
La verdad, ya perdí la cuenta de los días que llevo en casa, saliendo únicamente a comprar comida y a solucionar algunos pendientes que se me han presentado.
Cuando todo esto empezó, los ánimos estaban al 100, todos teníamos ganas de usar las herramientas tecnológicas para comunicarnos, se organizaban reuniones sociales en Zoom con botana y alguna bebida para sentir que con esto podíamos suplir la vida social que hasta entonces conocíamos, y poco a poco hemos ido descubriendo que no es así, que si bien ver a la gente y simular una convivencia vía remota ayuda, nunca será igual a sentarnos juntos en la misma mesa. Hay nuevas reglas para todo esto, no se puede hablar al mismo tiempo, las voces se empalman y al final nadie entiende nada de lo que se está diciendo, no se pueden hacer los típicos subgrupos, para comentar en corto algo y por más cálido que se intente ser o por más confianza que se tenga, la reunión se torna un poco ficticia.
Para nada me quejo de esta nueva forma de relacionarnos, simplemente no me llena, la uso y la disfruto, pero no dejo de sentirla un tanto de mentiras.
Cuando todo esto empezó, una de mis prioridades era estar informada, tratar de entender ante qué estábamos parados y calcular tiempos, riesgos, consecuencias. Leía prácticamente todo lo que caía en mis manos, entraba a todos los grupos de discusión, opinaba, argumentaba y hasta peleaba un poco. Estaba instalada en esa manía de saber cosas y sentir que la información nos da herramientas para actuar. Que sin duda nos las da, pero creo que no es este caso. El COVID 19, nos ha enseñado – entre otras cosas – que frenar, y no movernos también es hacer cosas.
Hoy a eso me dedico, a estar. Hago ejercicio, limpio, trabajo, estudio, leo, veo serie, hablo con gente, pero básicamente estoy. Cuando me preguntan hasta cuándo me voy a quedar en casa o cuándo voy a salir, no sé bien qué responder y la verdad es porque yo no me lo pregunto, no es importante para mí saberlo, no me hace diferencia. Saldré cuando me digan que ya es prudente hacerlo, no antes no después.
Mientras tanto, disfruto el encierro, trato de estar bien y de hacer cosas que me acerquen a la gente que quiero y a estar bien conmigo. Me sigo considerando una suertuda por poder hacer esto de estar y no salir.
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