Experiencias electorales
por Carlos Palafox Galeana
Joseph Roux escribió que nuestra experiencia se compone más de ilusiones perdidas que de sabiduría adquirida. En esa línea, me siento hoy a reflexionar sobre mis ilusiones puestas en la próxima jornada electoral.
Durante todo el proceso, los electores vivimos convocatorias antagónicas. Por un lado, se nos invitó a votar por una fórmula -centrada en un personaje con cuestionables antecedentes autócratas- basada en terminar con la corrupción, como detonante automático para resolver todos los demás problemas políticos, sociales y económicos de nuestro país, encendiendo nuestro descontento contra los gobiernos y los partidos políticos.
Por otro, dos propuestas sociales y económicas similares. Una centrada en un candidato presentado como honorable por un partido político calificado como el más deshonesto en la historia del país. Otra, una triada de partidos políticos abanderando a un candidato al que se le imputa deshonestidad y tráfico de influencias.
Me desilusiona confirmar que los partidos políticos no solamente han tomado el control de los organismos electorales y del poder de censura a la libertad de expresión, sino que con esa omnipotente soberbia con la que se han autoinvestido, se creen superiores a la sociedad que los mandata. Impunemente designan candidatos o que no tienen capacidad alguna para gobernar; o que crean su popularidad a golpe de ocurrencias fatuas; o que creen que la honestidad de una persona es suficiente para borrar la desfachatez histórica de un partido político; o que permiten que un individuo desquebraje a un partido sobreponiendo intereses personales.
Me niego a creer que los partidos y sus candidatos son el reflejo de nuestro México. No acepto que el nivel de esos partidos y esos candidatos sean ni lo que somos, ni lo que merecemos, ni lo que necesitamos para desarrollar el potencial de nuestra patria.
Me sigo decepcionando con los excesos económicos que sufrimos en cada elección. Campañas costosas por dentro y por fuera, que buscan crear candidatos potenciales donde no los hay. Cientos de millones tirados en fábricas de imágenes, ante la falta de identidad, congruencia y capacidad de partidos y aspirantes.
Me ilusiono, sin embargo, con que ningún poder, ni fáctico ni imaginario, de por sentada su omnipotencia. Las posiciones políticas no deben lograrse como resultado de una lucha de fuerzas, sino como expresión legítima de la voluntad de los electores.
Me ilusiona movernos de la democracia electoral a la democracia participativa; acotar el financiamiento público a los partidos políticos; obligar el cumplimiento de las promesas de campaña; aceptar la madurez de la sociedad y dejar de tratarla como ignorante; alejarnos de la sobrerrepresentación; acercarnos a leyes electorales realmente ciudadanizadas; procurar siempre la libertad de expresión, y no acotarla, bajo ningún pretexto.
Confío en que el enojo ciudadano contra actos de corrupción, inseguridad, pobreza lacerante, lo resolvamos con la razón y no con las vísceras. Que nuestro enojo no sirva para autoflagelarnos, sino para impulsarnos hacia el rumbo que deseamos seguir, exigiendo el castigo a los culpables de todo lo que nos indigna.
Pensemos unos minutos -o varios- antes de votar. ¿Queremos elegir a alguien que promete resolvernos todo, sin el menor esfuerzo social? ¿Realmente creemos que eso es posible? ¿Queremos elegir a un México competitivo, fuerte, justo? ¿Estamos dispuestos a sumarnos a un esfuerzo colectivo para lograrlo? ¿Queremos esperar a que nos solucionen la vida o estamos dispuestos a luchar por ello? ¿Creemos que México esta destinado al fracaso eterno o finalmente ya nos convencimos de que México es nuestro, y no de los políticos?
Sí, México es nuestro. De nadie más. No lo volvamos a prestar. No nos deslumbremos eternamente con espejitos. México es enorme: en su territorio, en su potencial, pero especialmente en su empatía social. Las desgracias nos unen y nos vuelcan a las calles a tenderle la mano al prójimo. Eso es lo que realmente somos. No somos lo que los políticos quieren que creamos. Somos lo que soñamos, lo que sufrimos, lo que vivimos, lo que trabajamos, lo que amamos y lo que queremos llegar a ser.
Utilicemos el voto no para castigarnos; castiguemos con la justicia. Usemos nuestro voto para razonadamente decidir lo que hemos soñado para nuestro querido México.
Menudo reto.