Por Enrique Dans*
Mi columna de esta semana en Invertia se titula «¿Cómo de rápido olvidamos?» (pdf), y hace referencia al proceso de aprendizaje o de olvido tras un episodio tan traumático como una pandemia, con casi medio millón de muertos en todo el mundo (y los que quedan, desgraciadamente, dada la evolución en determinados países).
La necesidad de relanzar la economía es evidente, pero ¿cómo es posible que, recién levantadas las medidas de confinamiento, abandonemos con tanta tranquilidad las medidas básicas de precaución, nos veamos a cara descubierta con personas de cuyos hábitos no podemos responder, nos echemos a la calle a protestar por lo que sea ignorando la distancia social, nos quitemos la mascarilla o la llevemos con la nariz fuera «para respirar más a gusto», o hagamos tantas otras cosas que nos ponen en peligro? ¿Tan poco tardamos en olvidarnos de lo que ha supuesto esta enfermedad? De acuerdo: la fase actual no pretende que no nos infectemos, sino que no saturemos el sistema hospitalario, pero aún así, muchos actúan con una irresponsabilidad que no deja de parecerme alucinante.
El gráfico que representa la media móvil de siete días de hospitalizaciones en el estado de Texas tras el levantamiento progresivo de las medidas de confinamiento y los sucesivos cambios de fase no deja lugar a dudas:
Si queremos evolucionar así, ya sabemos lo que tenemos que hacer, es sumamente sencillo. En general, los números de los Estados Unidos son para echarse a temblar, y muestran lo que ocurre cuando no somos capaces de aprender de lo que prácticamente acaba de pasarnos.
Si pasamos del nivel de análisis individual al social, ¿vamos realmente a aprender de la pandemia y a entender que debemos cambiar las cosas? ¿O es más cómodo pensar que la pandemia fue «una casualidad» de la que no tenemos la culpa? No es así. La pandemia es una consecuencia directa de nuestra forma de hacer las cosas: de la excesiva presión sobre los ecosistemas, del contacto con especies que actúan como reservorios naturales de determinados virus, de la cría de animales en muchas ocasiones en pésimas condiciones sanitarias… todo eso, aunque no lo hagamos nosotros directamente, forma parte de un sistema que alimentamos con nuestro consumo. Si no dejamos de hacer ciertas cosas, no estaremos más que comprando boletos para la próxima pandemia o el próximo desastre.
La pandemia ha sido un aviso. Si nos ha parecido duro, mejor que no venga el siguiente, porque seguramente lo será más. O aprendemos, o cambiamos, o vendrán más.
*Texto íntegro e imágenes, publicados gracias a licencias Creative Commons