Dos días que me movieron todo
Por Malusa Gómez @marylightg
Según yo, puedo presumir de ser una persona sensible del sentir de los que me rodean, bastante consiente de la realidad del país y sin duda trato de ser justa y respetuosa. Me involucro en programas sociales como el grupo de alfabetización en la central de abasto, o me sumo para ayudar a los damnificados después del terremoto; pero ahí me quedo, dizque muy orgullosa porque soy una ciudadana que sí se involucra, pero la verdad nada más por encimita.
Hace unas semana Nancy de la Sierra me invitó a sumarme a su proyecto, quiere ser candidata a la gubernatura de Puebla. Le dije que sí.
Después de dos días de visitar algunos municipios lejanos a la ciudad de Puebla, caminar por sus calles y platicar con la gente, me doy cuenta que si bien sí soy sensible y empática, lo que yo sé del dolor y necesidad de nuestra gente es más bien poco. Sé que vivimos en un país lleno de desigualdades, que las promesas de cambio y mejora son el pan nuestro de cada día en épocas electorales y que una vez que los políticos ganan no se vuelven a parar en las comunidades, que la gente está cansada de sentirse utilizada y olvidada. Todo eso lo sabía al menos en la teoría, pero nunca había tenido la oportunidad de que ellos mismos me lo contaran y me doy cuenta que como dice el dicho: “la realidad supera a la ficción”.
No es lo mismo leer en el periódico que tal o cual empresa se transó a mucha gente a que esa gente te cuente cómo se la transaron. No es lo mismo ver imágenes de la pobreza en televisión, a estar en medio de ella, con gente de carne y hueso, con nombres propio y poder ver el sufrimiento en sus ojos.
En el mercado de Atlixco platiqué con doña Aureliana – debe tener unos 75 años o más-, me contó que vive en una comunidad pequeñita de esa zona y que cuando se enteró que Nancy iba a estar en Atlixco, decidió acercase para contarle su caso y ver si ella sí la puede ayudar, pues los anteriores le prometieron hacerlo y obvio eso nunca sucedió. Resulta que su hijo vive del otro lado del río Bravo desde hace muchos años, y regularmente le manda dinero, mismo que ella tenía en su casa abajo del colchón. Un buen día llegaron unos tipejos a decirle que guardara su dinero con ellos, en una caja de ahorro para no correr el riesgo de que alguien se metiera a su casa y se lo robaran. Así como doña Aureliana, otros tantos de su pueblo también guardaron su dinero con ellos y como se podrán imaginar ya nadie sabe dónde quedaron ni la caja de ahorro, ni los tipos que la manejaban y mucho menos el dinero.
La tristeza en los ojos de doña Aureliana cuando me contaba su historia, no me la he podido sacar del corazón. El enojo que siento es mucho, pero la neta lo que más siento es responsabilidad, responsabilidad de dejar de criticar todo y a todos y ponerme a hacer algo para que esta realidad que vivimos sea diferente, responsabilidad de involucrarme más en lo que pasa y tener una opinión más seria y un actuar mas firme. No sé que pasará en los próximos días en Puebla, habrá que esperar, por lo pronto yo me siento agradecida por esta oportunidad de estar cerca de la gente, darme ese baño de realidad y poder replantearme muchas cosas.