Mis andadas
Por Malusa Gómez Aquí vamos otra vez, una nueva etapa de este querido espacio, para compartir experiencias, lugares, sentires, gozos y porque no, alguna que otra tristeza. Hace un par de años que vivo lejos…Continue Reading
Por Malusa Gómez Aquí vamos otra vez, una nueva etapa de este querido espacio, para compartir experiencias, lugares, sentires, gozos y porque no, alguna que otra tristeza. Hace un par de años que vivo lejos…Continue Reading
De un día para otro amanecimos con una cantidad de nieve histórica, al parecer desde 1971 no caía una nevada similar.
Después de un año bastante raro, para muchos complicado y hasta doloroso, tomar la decisión de brincar el charco resultaba un tanto imprudente, incierta, aventurada y a ratos con muchas posibilidades no lograrlo.
Qué poca costumbre tenemos de mirarnos a los ojos. Es más, cuando alguien te mira fijo hasta te incomoda, sientes que de una u otra forma te está invadiendo, es intimidante.
Ya fueron muchos días, muchos muertos, muchos contagios, muchos zoom, muchas mentiras, muchas horas de hacer cosas, de estar solos, de meditar, planear, revisar, arreglar cajones, escombrar la vida.
Después de casi tres meses encerrada en mi casa saliendo únicamente a comprar a la verdulería de mi barrio, recibí la tentadora invitación de ir a continuar el encierro a la playa.
Los achaques en la pandemia se han ido presentando poco a poco, y con achaques no me refiero únicamente a estados de ánimo, hablo más bien de eso que nuestro cuerpo ha ido sacando conforme el encierro avanza.
Me impresiona la capacidad que tenemos los humanos de normalizar las circunstancias sean cuales sean, bien dice el dicho “A todo se acostumbra uno, menos a no comer”.