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Hablando de emociones… ¿por qué nos amargamos?

Hablando de emociones… ¿por qué nos amargamos?

Hablando de emociones… ¿por qué nos amargamos?

Por Nadia Maurer

Todos los días nos encontramos con gente amargada y a veces empiezas a notar que tú también te estás amargando, ¿verdad?

¿Cuándo empezamos a comportarnos así? Haz memoria, seguramente empezarás a recordar las primeras veces en que negaste lo que sentías. Los eventos dolorosos sumados a la imperiosa necesidad que tiene nuestra sociedad actual por “estar bien” nos obliga -de manera inconsciente- a bloquear y negar todo lo que no es “ser feliz”.

Esta obsesión por estar bien y ser felices nos ha llevado a no aceptar la realidad tal como es, nos negamos la oportunidad de sentir todas las emociones y amarnos incondicionalmente.

El amor incondicional -uy, término manoseado y banalizado de hace unos años a la fecha- es amar sin condiciones. Esto es, que puedo amarme en cualquiera de mis facetas y emociones, puedo amarme dentro de cualquier conflicto o cuando cometo errores ¡no importa!  Me amo aun cuando estoy enojado o triste, cuando siento envidia, indignación, miedo y todo lo que siempre he visto como “malo”

Si yo me permito sentir las emociones, vivirlas y aprender de ellas; si yo soy capaz de aceptar que lo que pasa en este momento y que no me gusta, o no me hace sentir bien, me duele, me contradice, me confronta, me paraliza, etc y aun así me amo como soy, entonces y solamente entonces voy a estar viviendo la vida plenamente.

Cuando ante el dolor, la pérdida, el enojo o cualquier otra emoción nos empeñamos en “sonreír porque la fuerza está contigo” o “al mal tiempo buena cara” “piensa positivo, estás llena de bendiciones”. Como éstas, decenas de frases que nos presionan a no sentir. Cuando escuchamos las voces de afuera, en lugar de la propia, nos amargamos poco a poco, lentamente, porque la amargura va de la mano del control, primero las emociones y después -llenos de amargura- empezamos a pretender controlar todo… ¡todo!

Nos volvemos súper estrictos, perdemos espontaneidad y flexibilidad ¡hasta en el cuerpo se percibe la rigidez!

Es en ese momento donde la vida pierde su chiste y su chispa ¡ya valió! Ya no aceptamos ningún tipo de emociones, ni las deliciosas de sentir como puede ser la alegría y el cariño; ni las poco agradables pero necesarias, como el miedo y la tristeza. Así, congelamos nuestro inmenso mundo emocional y sólo queda amargura.

¡Te estás amargando? Obsérvate… Ahora, te invito a sentir todas tus emociones, no las expreses, siéntelas dentro de tí, como un tesoro que habita cada célula, no te distraigas. Cierra tus ojos y contacta con el cuerpo, con la sensación física que produce cada emoción y vívelo como la maravillosa experiencia que realmente es. Ámate en ese estado y cuando se acabe, se desvanezca, cuando ya no te habite, abre tus ojos y goza tu Ser transformado, transformable y transformador.

¡Vive completo, vive todo!