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Hablando de emociones y maestros

Hablando de emociones y maestros

Hablando de emociones y maestros

Por Nadia Maurer

Todos los que hemos dado clases en cualquier tipo de institución y sobre todo en los niveles básicos, sabemos cuán demandante es esa tarea. Emocionalmente es una de las profesiones más desgastante, junto con los profesionales de la salud.

Este será el segundo ciclo escolar en que dirijo mis esfuerzos a crear espacios emocionalmente saludables llevando el EFT-Tapping a las escuelas porque tengo la certeza -y la experiencia- de que, si el adulto tiene las herramientas para recuperar su poder personal haciéndose cargo de sí mismo y responsable de aquello que sucede en su interior tomando las emociones como una referencia primordial, entonces será un agente de transformación y de autoregulación que permita -a cada niño- ser tal y como es. Porque los niños aprenden observándonos e imitándonos.

¿Qué se vive en los colegios diariamente? Los maestros, como todas las personas, tienen una historia emocional que moldea su percepción de la realidad, determina el tipo de relación que establecen con los demás y las reacciones y respuestas que se emiten ante los conflictos que enfrentan.

De igual forma, el maestro mantiene un lazo con la vida emocional de cada uno de sus alumnos y su familia, no es posible desvincularse porque cada proceso influye directa e indirectamente en el desarrollo y el aprendizaje. El profesor es quien contiene emocionalmente a sus alumnos varias horas del día y -muchas veces- es el único soporte que existe. En ocasiones, la vida de algún niño toca la propia historia y todo se complica aún más.

Al mismo tiempo y aunado a lo anterior, todo educador que trabaja en una institución convive diariamente con colegas, superiores, subalternos y un sinfín de otros adultos con quienes hay afinidades y discordias, conflictos, compromisos y acuerdos ¡la vida laboral con todas sus expresiones!

El ingrediente que falta en este relato emocional de todo docente es la relación que se establece con los padres de familia o tutores y de quien tampoco puede mantenerse al margen.

Cuando el adulto que está a cargo de un grupo de niños, adolescentes y/o jóvenes no está en constante observación y aceptación de sí mismo, el ambiente se verá desequilibrado, endurecido y enrarecido. Es obligación del adulto generar un espacio emocionalmente saludable. Pero ¿cómo logarlo si no habitamos nuestras propias emociones? ¡Sí no tenemos ni idea de qué hacer con lo que sentimos!

Las emociones se presentan en nuestro cuerpo cada instante porque son parte de la vida y de la experiencia humana, son la brújula que nos muestra cómo estamos. Si un maestro no está dispuesto a trabajar con sus emociones, está destinado a “cargar” con los problemas y ser el centro de los conflictos queriendo resolverlos, o bien, “aventando” culpas para no mostrar sus propias carencias y heridas; para no reconocer que no sabe cómo generar espacios emocionalmente saludables para sí mismo y para quienes están bajo su tutela.

El trabajo esencial en el aula requiere de mucha humildad y de saber que en la vulnerabilidad del ser humano está escondida la más grande fortaleza. Si el profesor pretende ser fuertes e inmune a las emociones, terminará lleno de la amargura que caracteriza a todo aquel que no supo ser flexible y amoroso consigo mismo.

El trabajo del docente es tan grande como complejas son todas las relaciones interpersonales que establece en su quehacer. Te invito a comenzar el ciclo escolar reconociendo a cada uno de los actores del proceso educativo como seres humanos emocionales, no juzgues simplemente observa y obsérvate, acepta y acéptate con las emociones que aparezcan.

Si crees que no tienes nada que ver con esta historia, recuerda cuando fuiste parte de ella y observa tu entorno ¡estás rodeado!

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