Por Enrique Dans*
A mediados de febrero del año pasado, coincidiendo con las primeras preocupaciones incipientes derivadas del coronavirus, comencé a tener reuniones a través de videoconferencia de manera habitual. En marzo, con el primer confinamiento, se convirtieron en prácticamente diarias: cuando no era una reunión, era una clase o una conferencia. Lo que al principio supuso simplemente utilizar aplicaciones que ya tenía, como Skype, Webex o Teams, evolucionó para convertirse en un hábito cada vez más especializado y basado en herramientas mucho mejores, en el que me iba encontrando cada vez más cómodo y menos limitado, hasta el punto de convertir mi uso de la videoconferencia en algo claramente diferencial – según me comentan alumnos o personas con las que me reúno.
Todo indica que la mayor parte de la gente, tras tener que aprender de manera forzada a hacer videoconferencias, se dio por suficientemente satisfecha con el nivel mínimo necesario para que se le viese y se le oyese. Pero
A mediados de febrero del año pasado, coincidiendo con las primeras preocupaciones incipientes derivadas del coronavirus, comencé a tener reuniones a través de videoconferencia de manera habitual. En marzo, con el primer confinamiento, se convirtieron en prácticamente diarias: cuando no era una reunión, era una clase o una conferencia. Lo que al principio supuso simplemente utilizar aplicaciones que ya tenía, como Skype, Webex o Teams, evolucionó para convertirse en un hábito cada vez más especializado y basado en herramientas mucho mejores, en el que me iba encontrando cada vez más cómodo y menos limitado, hasta el punto de convertir mi uso de la videoconferencia en algo claramente diferencial – según me comentan alumnos o personas con las que me reúno.
Todo indica que la mayor parte de la gente, tras tener que aprender de manera forzada a hacer videoconferencias, se dio por suficientemente satisfecha con el nivel mínimo necesario para que se le viese y se le oyese. Pero cuando trabajamos, no deberíamos buscar «el nivel mínimo necesario», sino que deberíamos buscar el óptimo, el que nos permite ser percibidos como buenos profesionales a cambio de un esfuerzo razonable. Sin embargo, si bien el progreso fue rápido al inicio del año pasado, la mayor parte de los usuarios de videoconferencia se han quedado ahí, sin tratar de buscar mejoras adicionales, que las hay, y muchas de ellas, muy sencillas.
¿Qué he aprendido en un año de uso constante de videoconferencias? Intentaré reducirlo a una serie de puntos, algunos de los cuales te podrán parecer sencillos e inmediatos de implementar, mientras otros puede que sean difíciles, imposibles, o simplemente inútiles. Pero en todos los casos son cuestiones que me han ayudado bastante a hacer de la videoconferencia una herramienta cómoda a la que extraigo sistemáticamente mucho partido, y en la que, al menos para mí, era fundamental poder mostrar un buen nivel de profesionalidad:
- Software: es evidente que no siempre podrás elegir qué software utilizar para tus videoconferencias. Pero si depende de ti, tengo clarísimo que Zoom es, de lejos, la mejor opción, y no soy el único que lo piensa. No solo sigue teniendo la mejor gestión de la latencia, sino que, además, tiene la mejor interfaz, la que ofrece más posibilidades en una reunión de manera sencilla, y la que minimiza la tarea de administración. Después, seguramente elegiría GoToMeeting, después Webex, y Teams, por ese orden. A evitar siempre que sea posible, Skype. Las compañías que, a principios de la pandemia, prohibieron el uso de Zoom por sus supuestos problemas de seguridad o por aquellos episodios de zoombombing, simplemente, hicieron el ridículo: la compañía solucionó los problemas muy rápidamente, y su software sigue siendo, con mucho, el mejor en todos los sentidos.
- Virtualiza tu cámara: independientemente del software que uses, virtualiza tu cámara. Siempre. Es seguramente lo que más marca la diferencia. Mi recomendación absoluta es mmhmm, pero hay otras opciones, como OBS Studio. Virtualizar tu cámara te dará más grados de libertad sobre lo que haces en términos de fondos virtuales, presentaciones, etc., y mejorará el aspecto y la profesionalidad de tu imagen. Las cámaras virtuales de este tipo aparecen como una opción más de cámara que puedes elegir en lugar de la webcam de tu equipo en el menú de tu software de videoconferencias: en realidad, seguirás usando la webcam de tu equipo o la cámara que uses habitualmente, pero la usarás mucho mejor y le sacarás mucho más partido. Si no encuentras la opción de cámara virtual en tu software de videoconferencias, investiga.
- Fondos virtuales: no, no son una frivolidad. Son una forma de, por un lado, proteger tu privacidad – ¿por qué vas a andar enseñando tu casa a aquellos con los que te reúnes? – y, por otro, mejorar sensiblemente tu imagen. No hace falta que hagas la horterada de ponerte un fondo de playa tropical, y tampoco intentes engañar a nadie: tienes infinidad de fondos discretos, puedes utilizar además cualquier imagen con buena resolución que encuentres por ahí, y siempre, siempre, quedará mejor que una pared blanca, que da un aspecto completamente patibulario, o que prácticamente cualquier fondo real que busques en tu casa.
- Pantalla de chroma: es el consejo más sencillo que puedo dar, pero también el más eficiente. Compra una tela de color verde chroma o de otro color que no vayas a llevar encima, y cuélgala detrás de ti, creando un fondo físico que será sustituido por los fondos virtuales que utilices. pero dando un aspecto infinitamente mejor que si no lo tienes. Tendrás que decirle a tu programa que estás usando una pantalla chroma – todos permiten esa opción – pero habrás acabado con las patéticas «auras» que se generaban alrededor de tu imagen, que dan una imagen de lo menos profesional. Una pantalla de chroma puede ser desde una tela grande colgada con chinchetas en la pared, un par de trípodes que la sujetan, una pantalla enrollable o cualquier otra cosa, pero de verdad: mejorará tu imagen muchísimo. Te recomiendo que la dimensiones por exceso: si dispones de espacio, más vale que sobre tela, que no que falte.
- Iluminación: otro consejo que puede parecer excesivo, pero no lo es. Una buena iluminación es clave a la hora de dar una buena imagen en una videoconferencia. Trata de iluminar el sitio en el que hagas tus videoconferencias con un foco suave lateral a cada lado y uno central, idealmente un anillo, delate de ti, un poco más arriba que el monitor (pero no mucho más). Los anillos, por cierto, tienen que tener un tamaño grande, más que tu cabeza. Anillitos ridículos de bolsillo no valen absolutamente para nada.
- Conexión por cable: si la configuración de tu casa y de tu instalación lo permite, no hagas videoconferencias usando una conexión por WiFi. Hazte con un cable de red suficientemente largo, y conecta tu ordenador directamente al router. Notarás la diferencia.
- Cámara: ¿qué tal es la cámara de tu ordenador? Si no es suficientemente buena y vas a aparecer borroso, puedes optar o bien por una webcam externa, o por utilizar tu móvil mediante aplicaciones como EpocCam, idealmente conectándola al ordenador por cable (también se puede mediante WiFi). Si usas anillo de iluminación, la mayoría tiene un soporte para sujetar el móvil. Si quieres rizar el rizo, incluso puedes utilizarla como segunda cámara y disponer así de dos planos diferentes.
- Micrófono: si el de tu ordenador no es especialmente bueno, puede ser recomendable optar por uno externo, y no es necesario llegar a calidades profesionales. Yo lo dejo a la altura del teclado del ordenador, fuera de plano, y gano bastante en claridad de sonido – y eso que el micrófono de los Mac es razonablemente bueno.
- No compartas tu pantalla: a la hora de hacer una presentación, compartir pantalla es casi siempre la peor opción, salvo en algunos casos específicos (uso de hojas de cálculo, etc.) En su lugar, comparte tus presentaciones mediante la cámara virtual, o utiliza los fondos virtuales para ubicar tu presentación. Tendrás muchas más opciones para presentar, se te verá en todo momento a un tamaño razonable, y no perderás fuerza comunicativa. Si compartes pantalla, es prácticamente como si desaparecieras.
- Lugar específico: si tu casa lo permite, trata de organizar esas cosas – el fondo, la iluminación, la conexión, la cámara, etc. – en un sitio concreto de la casa donde lo tengas preparado cuando lo necesites, en lugar de tener que organizarlo en cada ocasión. Las diez primeras veces a lo mejor te da igual, pero llega un momento en que resulta espantosamente cansino y da una pereza que te mueres. Además, todo apunta a que, incluso cuando la maldita pandemia haya pasado a la historia, seguiremos trabajando desde casa y utilizando videoconferencias de manera muy habitual.
- Raciónate: las videoconferencias fatigan. A estas alturas seguro que ya no hace falta que lo advierta porque lo habrás notado, pero eso, que no eres tú: hay varios factores que hacen que sea así. Por tanto, si depende de ti, no planifiques un día de trabajo con demasiadas videoconferencias: que estés en casa y no tengas que moverte de un lado para otro no quiere decir que no vayas a a acabar completamente harto y con resultados claramente subóptimos a partir de determinado momento. Plantea la videoconferencia como una actividad específica, que planificas de la manera adecuada y con las herramientas adecuadas, si quieres obtener los resultados esperados.
No, no se trata de que te metas a actor de Hollywood. Simplemente, que puedas estar cómodo en un ambiente que ya se ha convertido en habitual, que dispongas de más grados de libertad a la hora de trabajar, y que des una imagen razonablemente profesional, en lugar de parecer un delincuente que está siendo fotografiado por la policía. Si crees que no tiene importancia, te equivocas: obviamente, será seguramente más importante si estás haciendo entrevistas de trabajo o dando una conferencia que si estás reuniéndote con tus compañeros de toda la vida, pero aún así, importa, y mejora tanto tu percepción como tu seguridad. Si algo he aprendido durante un año de utilizar videoconferencias constantemente es que cuesta muy poco mostrar una imagen profesional, y que el efecto se nota muchísimo.
Sin embargo, si bien el progreso fue rápido al inicio del año pasado, la mayor parte de los usuarios de videoconferencia se han quedado ahí, sin tratar de buscar mejoras adicionales, que las hay, y muchas de ellas, muy sencillas.
¿Qué he aprendido en un año de uso constante de videoconferencias? Intentaré reducirlo a una serie de puntos, algunos de los cuales te podrán parecer sencillos e inmediatos de implementar, mientras otros puede que sean difíciles, imposibles, o simplemente inútiles. Pero en todos los casos son cuestiones que me han ayudado bastante a hacer de la videoconferencia una herramienta cómoda a la que extraigo sistemáticamente mucho partido, y en la que, al menos para mí, era fundamental poder mostrar un buen nivel de profesionalidad:
- Software: es evidente que no siempre podrás elegir qué software utilizar para tus videoconferencias. Pero si depende de ti, tengo clarísimo que Zoom es, de lejos, la mejor opción, y no soy el único que lo piensa. No solo sigue teniendo la mejor gestión de la latencia, sino que, además, tiene la mejor interfaz, la que ofrece más posibilidades en una reunión de manera sencilla, y la que minimiza la tarea de administración. Después, seguramente elegiría GoToMeeting, después Webex, y Teams, por ese orden. A evitar siempre que sea posible, Skype. Las compañías que, a principios de la pandemia, prohibieron el uso de Zoom por sus supuestos problemas de seguridad o por aquellos episodios de zoombombing, simplemente, hicieron el ridículo: la compañía solucionó los problemas muy rápidamente, y su software sigue siendo, con mucho, el mejor en todos los sentidos.
- Virtualiza tu cámara: independientemente del software que uses, virtualiza tu cámara. Siempre. Es seguramente lo que más marca la diferencia. Mi recomendación absoluta es mmhmm, pero hay otras opciones, como OBS Studio. Virtualizar tu cámara te dará más grados de libertad sobre lo que haces en términos de fondos virtuales, presentaciones, etc., y mejorará el aspecto y la profesionalidad de tu imagen. Las cámaras virtuales de este tipo aparecen como una opción más de cámara que puedes elegir en lugar de la webcam de tu equipo en el menú de tu software de videoconferencias: en realidad, seguirás usando la webcam de tu equipo o la cámara que uses habitualmente, pero la usarás mucho mejor y le sacarás mucho más partido. Si no encuentras la opción de cámara virtual en tu software de videoconferencias, investiga.
- Fondos virtuales: no, no son una frivolidad. Son una forma de, por un lado, proteger tu privacidad – ¿por qué vas a andar enseñando tu casa a aquellos con los que te reúnes? – y, por otro, mejorar sensiblemente tu imagen. No hace falta que hagas la horterada de ponerte un fondo de playa tropical, y tampoco intentes engañar a nadie: tienes infinidad de fondos discretos, puedes utilizar además cualquier imagen con buena resolución que encuentres por ahí, y siempre, siempre, quedará mejor que una pared blanca, que da un aspecto completamente patibulario, o que prácticamente cualquier fondo real que busques en tu casa.
- Pantalla de chroma: es el consejo más sencillo que puedo dar, pero también el más eficiente. Compra una tela de color verde chroma o de otro color que no vayas a llevar encima, y cuélgala detrás de ti, creando un fondo físico que será sustituido por los fondos virtuales que utilices. pero dando un aspecto infinitamente mejor que si no lo tienes. Tendrás que decirle a tu programa que estás usando una pantalla chroma – todos permiten esa opción – pero habrás acabado con las patéticas «auras» que se generaban alrededor de tu imagen, que dan una imagen de lo menos profesional. Una pantalla de chroma puede ser desde una tela grande colgada con chinchetas en la pared, un par de trípodes que la sujetan, una pantalla enrollable o cualquier otra cosa, pero de verdad: mejorará tu imagen muchísimo. Te recomiendo que la dimensiones por exceso: si dispones de espacio, más vale que sobre tela, que no que falte.
- Iluminación: otro consejo que puede parecer excesivo, pero no lo es. Una buena iluminación es clave a la hora de dar una buena imagen en una videoconferencia. Trata de iluminar el sitio en el que hagas tus videoconferencias con un foco suave lateral a cada lado y uno central, idealmente un anillo, delate de ti, un poco más arriba que el monitor (pero no mucho más). Los anillos, por cierto, tienen que tener un tamaño grande, más que tu cabeza. Anillitos ridículos de bolsillo no valen absolutamente para nada.
- Conexión por cable: si la configuración de tu casa y de tu instalación lo permite, no hagas videoconferencias usando una conexión por WiFi. Hazte con un cable de red suficientemente largo, y conecta tu ordenador directamente al router. Notarás la diferencia.
- Cámara: ¿qué tal es la cámara de tu ordenador? Si no es suficientemente buena y vas a aparecer borroso, puedes optar o bien por una webcam externa, o por utilizar tu móvil mediante aplicaciones como EpocCam, idealmente conectándola al ordenador por cable (también se puede mediante WiFi). Si usas anillo de iluminación, la mayoría tiene un soporte para sujetar el móvil. Si quieres rizar el rizo, incluso puedes utilizarla como segunda cámara y disponer así de dos planos diferentes.
- Micrófono: si el de tu ordenador no es especialmente bueno, puede ser recomendable optar por uno externo, y no es necesario llegar a calidades profesionales. Yo lo dejo a la altura del teclado del ordenador, fuera de plano, y gano bastante en claridad de sonido – y eso que el micrófono de los Mac es razonablemente bueno.
- No compartas tu pantalla: a la hora de hacer una presentación, compartir pantalla es casi siempre la peor opción, salvo en algunos casos específicos (uso de hojas de cálculo, etc.) En su lugar, comparte tus presentaciones mediante la cámara virtual, o utiliza los fondos virtuales para ubicar tu presentación. Tendrás muchas más opciones para presentar, se te verá en todo momento a un tamaño razonable, y no perderás fuerza comunicativa. Si compartes pantalla, es prácticamente como si desaparecieras.
- Lugar específico: si tu casa lo permite, trata de organizar esas cosas – el fondo, la iluminación, la conexión, la cámara, etc. – en un sitio concreto de la casa donde lo tengas preparado cuando lo necesites, en lugar de tener que organizarlo en cada ocasión. Las diez primeras veces a lo mejor te da igual, pero llega un momento en que resulta espantosamente cansino y da una pereza que te mueres. Además, todo apunta a que, incluso cuando la maldita pandemia haya pasado a la historia, seguiremos trabajando desde casa y utilizando videoconferencias de manera muy habitual.
- Raciónate: las videoconferencias fatigan. A estas alturas seguro que ya no hace falta que lo advierta porque lo habrás notado, pero eso, que no eres tú: hay varios factores que hacen que sea así. Por tanto, si depende de ti, no planifiques un día de trabajo con demasiadas videoconferencias: que estés en casa y no tengas que moverte de un lado para otro no quiere decir que no vayas a a acabar completamente harto y con resultados claramente subóptimos a partir de determinado momento. Plantea la videoconferencia como una actividad específica, que planificas de la manera adecuada y con las herramientas adecuadas, si quieres obtener los resultados esperados.
No, no se trata de que te metas a actor de Hollywood. Simplemente, que puedas estar cómodo en un ambiente que ya se ha convertido en habitual, que dispongas de más grados de libertad a la hora de trabajar, y que des una imagen razonablemente profesional, en lugar de parecer un delincuente que está siendo fotografiado por la policía. Si crees que no tiene importancia, te equivocas: obviamente, será seguramente más importante si estás haciendo entrevistas de trabajo o dando una conferencia que si estás reuniéndote con tus compañeros de toda la vida, pero aún así, importa, y mejora tanto tu percepción como tu seguridad. Si algo he aprendido durante un año de utilizar videoconferencias constantemente es que cuesta muy poco mostrar una imagen profesional, y que el efecto se nota muchísimo.
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