Por Enrique Dans*
La salida a bolsa de Airbnb el pasado jueves dejó a todo el mundo absolutamente pasmado, incluidos a sus fundadores: tras fijar el precio de la acción inicialmente entre los $44 y los $50, y subirlo pocos días antes, ya sin demasiada confianza, a un rango entre los $56 y los $60, esperaban que, como mucho, el valor pudiese llegar, en un escenario optimista, hasta los $67 ó $68… y se encontraron con una apertura a nada menos que $146, una valoración del 112%, que llegó durante la sesión a máximos de $151, y que dejó al bueno de Brian Chesky completamente sin palabras cuando se lo dijeron durante una entrevista en Bloomberg. El viernes, las acciones cerraron aún por encima de los $139: la idea de los fundadores de no posponer su salida a bolsa a a pesar de las incertidumbres y las penurias de la pandemia parece haber dado sus frutos.
La compañía había preparado su buena ración de eventos de marketing relacionados con su cultura empresarial para la salida a bolsa: alquilaron el videowall de Barclays en Times Square, proyectaron un vídeo en el momento de tocar la campana en el que numerosos hosts de la compañía tocaban el timbre de sus propiedades, y además, cedieron un espacio en la pantalla de NASDAQ a la iniciativa de Greta Thunberg, Fridays for Future.
Paul Graham, que ayudó a incubar la compañía dentro de Y Combinator, escribió una semblanza del equipo fundacional en la que destaca su tenacidad y su trabajo duro: cualquier cosa, menos un éxito «de la noche a la mañana»: doce años de historia, de construir cultura empresarial, de crecer y de consolidar la actividad, que parecían haberse perdido en seis meses. La compañía que al principio de la pandemia tuvo que devolver más de mil millones en reservas y despedir a 1,900 personas, el 25% de su plantilla, se encuentra ahora con que se ha convertido en una de las mas valiosas de su industria: los $83,000 millones de su valoración sobrepasan con mucho a cadenas de hoteles como Marriott ($42,000 millones) o Hilton ($29,000 millones), a aerolíneas como Delta ($30,000 millones), o a servicios de reservas como Expedia ($18,000 millones). Durante algunas horas de la mañana del jueves, de hecho, llegó a superar al gigante Booking.com ($86,300 millones).
Ahora, todos los planes que se dejaron en suspenso a mediados de año, como Airbnb Studios, las iniciativas de transporte, la integración de hoteles o su oferta de lujo o Airbnb for Work contarán seguro con abundante financiación: la iniciativa de Brian Chesky de apuntar hacia la luz al final del túnel y, en medio de la crisis más importante y existencial de su historia, ponerse a levantar capital sin posponer su salida a bolsa ha funcionado.
Para la compañía, una situación sin precedentes: acostumbrada a la frugalidad y a numerosas estrecheces a lo largo de su historia, ahora se encuentra convertida en un valor que el mercado, por la razón que sea, contempla con intenso optimismo. Posiblemente tenga que ver con la elección del momento: el anuncio de la pronta disponibilidad de vacunas para el COVID-19, los cambios que se esperan en la industria del turismo, la posibilidad de que muchos viajeros prefieran pequeñas propiedades en las que están ellos solos con su familia o amigos a grandes hoteles en los que interactúan con muchos otros huéspedes, o con el enfoque hacia el llamado «turismo de experiencias» que la compañía trata de posicionar.
El viernes por la mañana hablé con Capital Radio sobre el tema, y destaqué la importancia de los modelos de plataforma: Airbnb ha sabido construir un esquema que satisface a muchos de sus participantes, principalmente unos hosts que pueden extraer más valor a sus propiedades y unos guests que buscan experiencias diferentes (y no únicamente precio, como muchos apuntaban al principio del modelo), y evolucionar sus reglas a medida que la situación cambiaba. Obviamente, las plataformas, a partir de un tamaño determinado, provocan efectos secundarios difíciles de prever. Tras la muy exitosa salida a bolsa de Airbnb, la idea que algunos tenían de poder plantearse recuperar para el alquiler residencial a largo plazo el centro de muchas ciudades, en los que la actividad de Airbnb había provocado un importante efecto de salida de habitantes y una reconversión a zonas puramente turísticas, dependerá ahora únicamente del autocontrol o de la regulación. En ese control y en la consolidación de un modelo eficiente y versátil está la clave de una compañía cuyos fundadores, seguramente, podrán dormir este fin de semana muy a gusto.
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