Por Enrique Dans*
La historia es conocida: en plena resaca tras las elecciones presidenciales, siguiendo las teorías de la conspiración jamás probadas y los argumentos megalomaníacos de Donald Trump, muchos de sus votantes encuentran Parler, una red social alternativa a Twitter y Facebook, a las que acusan de supuestamente silenciar a las voces conservadoras.
En la práctica, la inmensa mayoría de esos votantes ultraconservadores no abandonan Twitter ni Facebook, y de hecho, nos enteramos de su pretendida huída a Parler gracias a sus comentarios en esas redes, en los que abominan de las etiquetas con las que esas redes informan a sus usuarios de que las categóricas afirmaciones carentes de toda argumentación que hacen sobre supuestos fraudes en las recientes elecciones carecen de verosimilitud alguna. Pero en cualquier caso, Parler ve incrementarse su número de usuarios en más de un millón, y se sitúa en los primeros lugares en los rankings de descargas de aplicaciones, para pasar a ser considerada, a todos los efectos según su descripción en Wikipedia, como «una red con una base de usuarios significativa de partidarios de Donald Trump, conservadores, teóricos de la conspiración y extremistas de derechas».
Esos usuarios conservadores aterrizan en una red social creada en 2018 con el respaldo económico de Rebekah Mercer, multimillonaria conservadora y que financia también sitios de ultraderecha como Breitbart News o compañías como la desaparecida Cambridge Analytica, y que supuestamente les promete un entorno de total libertad y ausencia de censura, en donde poder hablar de lo que quieran sin limitaciones. Supuestamente, según declaraciones de su fundador, Parler es «una plaza comunitaria, una plaza abierta, sin censura… si puedes decirlo en la calle de Nueva York, puedes decirlo en Parler».
¿Cuál es el problema, aparte de participar en una red financiada por el mismo dinero que dio lugar a escándalos con prácticas tan escandalosas como Cambridge Analytica y que ahora pretende supuestamente ser «un faro para todos los que valoran su libertad, libertad de expresión y privacidad personal»? Que las promesas de ausencia de moderación y censura de Parler, por supuesto, no son tales. La red, como era de esperar, censura, y mucho: elimina cuentas de usuarios y prohibe numerosos términos e imágenes, hasta el punto de que sus políticas de uso resultan ser comparativamente mucho más restrictivas que las de Facebook o Twitter, con la única excepción del hate speech, que parece estar permitido. Además, como red que alberga todo tipo de teorías conspiranoicas, tiende a verse lógicamente afectada por ellas, de manera que no tarda en aparecer una imagen retocada en la que supuestamente Fox afirma que Parler pertenece a la bestia negra habitual de estos colectivos, George Soros.
Para terminar de redondear su propuesta de valor, Parler está además recibiendo ahora una invasión de pornografía, con hashtags como #keepamericasexy, #sexytrumpgirl o #milfsfortrump2020. Todo muy edificante.
A estas alturas, está más que claro que pretender crear una plataforma sin normas de ningún tipo es una propuesta de valor absurda e insostenible, que no permite una interacción humana razonable. A partir de ahí, podemos jugar con los criterios de moderación, desde el ideal teórico de que sean lo más objetivos y neutrales que sea posible, hasta las más evidentes y burdas editorializaciones. En el caso de Parler, dados los antecedentes de sus creadores y accionistas, parece claro que la idea era crear una plataforma para tratar de alimentar y polarizar a un segmento determinado del electorado, y que la idea de «sin censura» era sencillamente eso, un «aquí se censura lo que no nos gusta», o «se censura a los que no tienen nuestras ideas».
Nada nuevo bajo el sol.
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*Texto íntegro e imágenes, publicados gracias a licencias Creative Commons