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Navidades y prioridades

Navidades y prioridades
Por Enrique Dans*

Mi columna en Invertia de esta semana se titula «¿Salvar la navidad?» (pdf), y habla de la obsesión que muchas personas e instituciones parecen tener con la idea de «salvar» eventos como la navidad en muchos países, o el Día de Acción de Gracias en los Estados Unidos, y las consecuencias que una actitud así puede llegar a tener en términos epidemiológicos.

Que en las noticias comiencen a aparecer comentarios sobre la evolución y la próxima disponibilidad de vacunas, sobre su eficiencia, sus requisitos o su logística de distribución, es indudablemente un alivio. Que PfizerModerna o Astra Zeneca se conviertan en compañías conocidas por todo el mundo, que veamos cómo la tecnología y la ciencia ha logrado acelerar el ciclo de desarrollo de vacunas para que pueda pasar de varios años a varios meses, y que discutamos sobre la logística implicada en su distribución es un cambio que nos hace sentir más seguros, que nos permite vislumbrar algo de luz al final de ese túnel en el que el año 2020 nos tiene metidos a la fuerza.

Sin embargo, es importantísimo entender que, por mucho que veamos que algunas compañías ya hayan solicitado su aprobación mediante procedimiento de emergencia y que pretendan comenzar a distribuirla en diciembre, las vacunas no van a solucionar nuestros problemas actuales. Podrán, posiblemente, solucionar nuestros problemas futuros, pero decididamente, no los que tenemos hoy: una pandemia a la que, desgraciadamente, aún le queda recorrido, y unas cifras de contagios y de fallecimientos que siguen escalando cada día. Y por ello, hablar de «salvar la navidad» es algo completamente irresponsable.

En los Estados Unidos, a pesar de las advertencias de las autoridades de salud, las aerolíneas registran el mayor pico de actividad de todo el año. Como ocurre con la navidad en muchos países, el Día de Acción de Gracias es una tradición profundamente implantada: hay muchas personas que nunca en su vida han pasado ese día sin su familia. Pero hay algo que tenemos que recordar: ese tipo de fiestas familiares son auténticos eventos de supercontagio. En ellos, las familias abandonan sistemáticamente todas las precauciones, resulta imposible mantener distancia social, y nadie, absolutamente nadie, mantiene su mascarilla puesta cuando está en un espacio cerrado, mucho menos aún cuando se come. Dado que hablamos de unas fiestas completamente organizadas en torno a la mesa del comedor y en las que, por razones climatológicas, se permanece en lugares cerrados, asociar su celebración con un incremento en el número de contagios es inmediato e inequívoco.

Abandonar o relajar ahora las precauciones porque «ya vienen las vacunas» es completamente absurdo. Aún tienen que ser aprobadas por las autoridades sanitarias, tienen que resolver las complicaciones de su cadena de suministro y de su administración, y tienen que luchar contra un enemigo no precisamente microbiológico: la desinformación. Si una parte significativa de la sociedad se niega a ponerse una vacuna, solo estaremos creando reservorios para el virus y, potencialmente, prolongando el problema. La responsabilidad de parar la desinformación recae sobre todos: medios, ciudadanos, empresas e instituciones.

Que las vacunas requieran, por el momento, una logística compleja, una inoculación en dos fases y unos criterios delicados sobre su administración complica el problema. Pero si complicamos las posibles soluciones que la ciencia pueda aportar a este tipo de temas con absurdas teorías de la conspiración que puedan poner en peligro una campaña de vacunación global rápida y efectiva, seguiremos teniendo problemas.

Queda aún mucho por andar en este tema. Con anuncios de vacunas o sin ellos, no seamos frívolos y aprendamos a priorizar. La navidad o el Día de Acción de Gracias puede ser muy bonito, muy tradicional, muy familiar y todo lo que queramos. Pero arriesgarse a contraer una enfermedad peligrosa cuyos efectos secundarios aún no tenemos claro y que puede llegar a acarrear la muerte, cuando ya tenemos vacunas en perspectiva es algo que, lo miremos como lo miremos, no tiene ningún sentido. Cerremos un año de mierda con unas navidades de mierda, que es lo que se merece. No seamos irresponsables: dejémonos de intentar «salvar la navidad», y pospongamos las celebraciones para cuando podamos llevarlas a cabo en condiciones.

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*Texto íntegro e imágenes, publicados gracias a licencias Creative Commons

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