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La belleza de la complejidad

La belleza de la complejidad
Por José Luis Vicente Vicente*

¿Cómo funciona nuestro planeta? Sí, es una pregunta ciertamente difícil de responder, y para la cual no existe una respuesta clara. Es decir, los científicos no conocemos todos los mecanismos que rigen nuestro planeta, aunque sí sabemos algunas de sus características. La Tierra es un sistema. Un sistema cerrado, esto es, un sistema que intercambia energía con el exterior pero no materia (exceptuando pequeños asteroides que puedan caer y satélites que enviamos al espacio exterior). Es un sistema complejo donde los procesos son consecuencia de múltiples interacciones pero que se encuentra en equilibrio. En ciencia se usa el término equilibrio dinámico. En síntesis, nuestro planeta es un sistema autorregulado.

El problema de los sistemas complejos es que nuestra mente humana no está adaptada a su comprensión. Normalmente pensamos que un efecto es la consecuencia de una causa (A conlleva B), mientras que rara vez se nos ocurre pensar que esa causa es a su vez consecuencia de otra o que el propio efecto retroalimenta la causa (A conlleva B que conlleva A), en una especie de círculo vicioso o virtuoso, lo que en ciencia se denominan fenómenos de feedback negativo o feedback positivo. Pongamos un ejemplo muy conocido: el albedo, la capacidad del hielo para reflejar la luz solar. Los polos de la Tierra tienen la capacidad de reflejar gran parte de la luz solar que les llega evitando que esa luz sea absorbida y transformada en calor. Con la subida de la temperatura y el deshielo de los polos la cantidad de luz reflejada es menor, más luz es absorbida por los océanos, más se calientan los océanos, más se derriten los polos y menos luz se refleja. Se ha roto el equilibrio dinámico del planeta y este evoluciona, así, hacia un nuevo estado de equilibrio.

Albedo ©Educalingo

Además, por si esto no fuera suficiente, pocas veces estos fenómenos son lineales. Es decir, que la velocidad de los procesos (o tasa de cambio del sistema) no es constante, sino acelerada. Esto significa que si, por ejemplo –un ejemplo ficticio–, el planeta se ha calentado 0,1 grados en la última década, y en la anterior este valor fue de 0,05, en la siguiente década el aumento será de 0,2 y en la siguiente de 0,4. Haciendo un pequeño inciso, esto es lo mismo que ocurre con la dinámica de infección del covid19 y la situación que actualmente vivimos, la cual, en parte, es debida a la falta de conocimiento de gran parte de la sociedad de cómo funcionan los sistemas complejos y al no saber diferenciar dinámicas lineales y exponenciales (o aceleradas).

Arrecife de coral © wwf-jugend.de

Entonces el lector se preguntará: ¿dónde se encuentra la belleza de la complejidad? Pues la belleza de la complejidad reside en la complejidad en sí misma. Por ejemplo, el CO2 que exhalamos al respirar es absorbido por las plantas que lo toman para transformarlo en carbono orgánico, el cual a su vez alimentará a los microorganismos del suelo, y el producto de ese proceso es el oxígeno que respiramos y necesitamos para vivir. Mientras tanto, el CO2 y el oxígeno se encuentran en la atmósfera y se desplazan por ella a través de corrientes íntimamente relacionadas con la circulación del agua en los océanos, los cuales absorben alrededor del 25% del CO2 total que emitimos y que sirve, en parte, para construir los carbonatos de los que se conforman los arrecifes de coral. Sí, el CO2 que exhalas puede acabar formando parte de un arrecife de coral. Esta es, precisamente, la belleza de la complejidad.  

Sin embargo, vivimos en una sociedad simplista, donde los argumentos simples, aparentemente lógicos, son los dominantes. Es el mundo donde la falta de perspectiva de esta complejidad conlleva a teorías de la conspiración, explicaciones sobrenaturales, religiosas o New Age. Es el mundo donde los vídeos de YouTube tienen más validez que los libros o artículos científicos, donde todo parece relativo y nada es cierto o absoluto.

Pero sí, sabemos muchas cosas, conocemos parte de esa complejidad. ¿O acaso no es más emocionante ser consciente de que el CO2 que exhalas puede acabar siendo el alimento de organismos del suelo que a su vez producirán comida que te nutrirá a ti? ¿O que el perfecto sistema autorregulado de nuestro planeta es consecuencia de una historia de 4.500 millones de años de evolución en un universo de 13.800 millones de años de existencia?

Sistema nervioso de mosca de la fruta ©Albert Cardona

Los argumentos simplistas son como esos timadores que te prometen mucho dinero a cambio de poco esfuerzo. Muy bonitos por fuera pero totalmente falsos por dentro. Por el contrario, la complejidad es difícil de entender, requiere esfuerzo y tiempo, y siempre encontrarás lagunas, hechos que no puedas explicar. Pero el conocer qué eres, de dónde vienes, dónde estás, qué función tienes en el planeta y cómo te relacionas con él, eso es lo más bello que puedas imaginarte.

Foto de portada: Vista parcial de un conjunto de Mandelbrot (Teoría de los fractales) ©Wolfgang Beyer (CC BY-SA 3.0 Wikimedia Commons) / Galería de imágenes © Iñaki Tarrés / Otras imágenes Fair Use

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*Texto íntegro e imágenes, publicados gracias a licencias Creative Commons

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