Por Enrique Dans*
Si algo tengo claro observando los efectos de la gran disrupción que está suponiendo y va a suponer la pandemia, es que nos dirigimos hacia un mundo líquido, caracterizado por la necesidad de una gran flexibilidad, versatilidad y resiliencia.
El reciente informe del Cross Innovation Strategy Group organizado por NASA en el que he tenido la oportunidad de trabajar durante estas últimas semanas y que pretende continuar en forma de plataforma lo afirma de manera clara: por mucho que pueda haber noticias sobre el desarrollo de una vacuna en un futuro cercano, es extremadamente poco probable que seamos capaces de tenerla antes de los 12-24 meses, e incluso en ese caso, es posible que para su desarrollo haya que prescindir o relajar muchos de los protocolos habituales, algo siempre complejo cuando se trata de un medicamento que se inocula a personas sanas. Es fundamental entender que la lucha contra un virus es sumamente difícil, porque debido a su extrema simplicidad, suelen utilizar mecanismos muy genéricos y propios de la actividad del propio organismo que los hospeda. El caso del VIH es claro: aunque hoy en día es controlable como una enfermedad crónica, seguimos sin tener una vacuna, y han pasado ya más de cuarenta años.
Durante mucho tiempo, viviremos episodios de reinfección recurrentes que nos llevarán a replantearnos nuestra confianza en la continuidad de la economía y el crecimiento. Eso nos aboca a un largo tiempo en el que conviviremos con la pandemia, bien con esta, con otras, o con muchos otros efectos del desequilibrio de los ecosistemas terrestres, y todo ello si somos capaces de poner bajo control los problemas que nos han traído hasta aquí y de dar lugar a una nueva normalidad diferente de la anterior. Da lo mismo en qué actividad o industria estés pensando: esos tres atributos, flexibilidad, versatilidad y resiliencia van a resultar fundamentales en la época que vamos a vivir.
En mi industria en particular, la educación, algunos lo tenemos enormemente claro: el futuro demandará soluciones que permitan trasladar la actividad de la dimensión física a la online de manera inmediata y sin interrupciones, como de hecho fuimos capaces de hacerlo a principios del pasado marzo. La gran diferencia de cara al futuro es que el pasado marzo lo hicimos con los recursos que teníamos, que afortunadamente eran abundantes debido a lo avanzado de nuestra estrategia de transformación digital, pero en un entorno caracterizado por una emergencia, mientras que en el futuro lo haremos por diseño: todos los parámetros de la actividad estarán diseñados para que esa transición pueda tener lugar en cualquier momento, de manera general o particular, afectando a todo el colectivo o tan solo a una persona o a un grupo, y referido no solo a la actividad académica como tal, sino a todas las actividades que puede englobar. Que una persona pueda estar físicamente en un aula o en otro lugar, sea su casa o la otra esquina del mundo, no debe determinar una influencia en la calidad de la educación que recibe, en ningún sentido: tendrá que ser capaz de adquirir conocimientos, de interactuar con profesores, alumnos o invitados sobre ese proceso, de participar en actividades de discusión, presentación o evaluación, etc. Con total normalidad, como una característica más del entorno.
Pero vamos más allá de la educación: estamos hablando de una transformación que afectará a todas las industrias. ¿Cómo se traslada una filosofía líquida a otras actividades? Todo tendrá que ser líquido: las cadenas de valor se adaptarán para depender de múltiples fuentes y poder modificarse de manera ágil y dinámica. La gestión política y global tendrá que hacerse igualmente líquida: compartiendo datos y marcos conceptuales de actuación, con transparencia absoluta, y recurriendo a instituciones supranacionales más fuertes que permitan generar un aprendizaje común, en lugar de muchas cadenas de errores. El cuidado de la salud evolucionará y se digitalizará para permitir una monitorización continua, sin que ello signifique, lógicamente, que la interacción física pierda su indispensable protagonismo: si tienes tos, es muy posible que tu primer diagnóstico lo lleve a cabo tu asistente doméstico o tu smartphone, aunque tengas la oportunidad de acudir a un hospital. Trabajaremos desde casa, pero eso no impedirá que tengamos una oficina en la que hacerlo también, sea porque lo preferimos puntualmente, porque nos viene mejor o por otras razones.
Vete pensando cómo puedes convertir tu actividad en algo líquido. Los líquidos fluyen, rellenan todos los espacios disponibles, se adaptan a las formas del entorno. Educación líquida, cadenas de suministro líquidas, servicios líquidos, sistemas de gestión líquidos, liderazgo líquido. ¿Cómo entender e incorporar esa nueva variable en tu negocio?
*Texto íntegro e imágenes, publicados gracias a licencias Creative Commons