Más experiencias con la gratuidad del transporte público
Por Enrique Dans*
La ciudad francesa de Dunkerque, de algo más de 90,000 habitantes en un área metropolitana de 257,000, declaró el pasado septiembre de 2018 la gratuidad total de sus autobuses de transporte público tanto para sus ciudadanos como para visitantes, y está logrando importantes resultados en términos de reducción del uso del automóvil particular.
Un estudio académico publicado sobre la experiencia afirma que el uso de los autobuses se ha disparado más de un 60% en días de semana y más que duplicado los fines de semana, y de esos nuevos usuarios, en torno a un 48% afirman que lo utilizan en sustitución de sus automóviles particulares. De hecho, un 5% de los participantes en la encuesta afirman o bien haber vendido su automóvil, o haber decidido no adquirir un segundo vehículo. Un tercio de los usuarios consideran que la disponibilidad de autobuses gratuitos les ha llevado a hacer desplazamientos que no habrían hecho en caso de no contar con ese medio de transporte, un incremento de demanda debido no solo a la disponibilidad de una oferta cómoda y gratuita, sino además, al hecho de que sea completamente libre de fricción: no tienes que preocuparte sobre si llevas encima ningún tipo de carnet o documento, simplemente subirte al bus cuando llega.
Con la experiencia de hacer completamente gratuitos sus autobuses, Dunkerque se une a ciudades como Tallinn (Estonia), Luxemburgo y otras veintitrés ciudades francesas más pequeñas. La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, llevan también algún tiempo barajando esa posibilidad, en lo que representa ya toda una tendencia y una reinterpretación de las ciudades como servicio, pensada para atajar problemas tan importantes como la congestión y la contaminación. Vilnius y Riga se están planteando seguir la estrategia de Tallinn. Otras ciudades, como Helsinki, han puesto en marcha modelos que agrupan todas las modalidades de transporte urbano en forma de tarifas planas mensuales que se gestionan mediante una app, Whim, y que parece estar funcionando muy bien a la hora de incentivar el uso, y que se une a sus incipientes y positivas experiencias con autobuses autónomos, que reducen los costes de explotación del servicio.
Plantear el transporte público de una ciudad como un centro de costes destinado a intentar aliviar algunos de los problemas más acuciantes de la vida en ella es algo que, en las circunstancias actuales, podría llegar a tener bastante sentido. Y el hecho de que se vaya contando con más experiencia acumulada al respecto puede llegar a convertirse en un elemento clave a la hora de considerar decisiones similares por parte de otras ciudades. ¿Podrían llegar este tipo de fórmulas a convertirse en algo habitual en nuestras ciudades?
*Texto íntegro e imágenes, publicados gracias a licencias Creative Commons