Facebook y el problema de operar una plataforma sin reglas
Por Enrique Dans*
Instagram envía una carta de cease and desist a uno de sus socios de confianza, una compañía llamada HYP3R dedicada al geomarketing que extraía mediante scraping millones de datos de las publicaciones de los usuarios en la red social y las comercializaba directamente a sus clientes.
La compañía, que captó 17 millones de dólares en inversión a finales del pasado año y recibió uno de los premios a la innovación de Fast Company, afirma no haber violado ninguna regla de la plataforma, y ha anunciado una reunión con Facebook la semana que viene. Su reacción no resulta en absoluto sorprendente: basta con ver el vídeo que tienen en su página para entender a qué se dedican. Que Facebook pretenda estar sorprendida con lo que hacen es algo, en efecto, sorprendente. Prácticamente cualquiera en el mundo se habría dado cuenta de lo que esa compañía hacía operando en Instagram, no parece que pretendiesen engañar a absolutamente nadie. Pero hasta ahora, nadie en Facebook, por supuesto, se había parado a pensar en ello. Lo que sería obvio para absolutamente cualquiera no lo era para alguien que se dedica a operar la mayor plataforma de información de usuarios de todo el mundo.
El problema es el de siempre, el mismo que ocurrió con Cambridge Analytica y con muchos otros casos menos divulgados y conocidos: que una plataforma en situación de obtener muchísimos datos de sus usuarios opere de manera completamente irresponsable, sin reglas claras y sin ningún tipo de control, y construya un enorme y muy rentable ecosistema en el que cualquiera pueda obtener prácticamente cualquier dato de los usuarios y hacer con él lo que le dé la gana.
Si eres usuario de Instagram, tienes que aceptar que la información de geolocalización de tus publicaciones haya sido extraída de la plataforma mediante herramientas de scraping por una compañía a la que nunca diste ningún tipo de autorización y que probablemente ni siquiera conoces pero que era un socio de confianza de Facebook, y que se ha dedicado a venderla a sus clientes, a informar a esos clientes sobre tus hábitos y sobre dónde estabas en cada momento, para que esos clientes pudiesen lanzarte sus mensajes en el momento más adecuado. Una compañía que nunca ha ocultado sus intenciones, que se publicita como dedicada a este tipo de actividad, y que ahora, sorprendida cuando Facebook le envía una carta diciéndole que no puede hacer eso, reacciona diciendo que nunca ha roto ninguna regla. Por supuesto… es que no había reglas como tales, no había controles, simplemente una plataforma gestionada de manera completamente irresponsable.
A falta de más aclaraciones por parte de Facebook, lo que presuntamente ha ocurrido es lo de siempre: que un socio al que indebidamente se han concedido unos privilegios determinados se ha dedicado a explotarlos, como era lógicamente de esperar. Solo cuando alguien en Facebook se ha parado a pensar que «posiblemente, ese uso no fuese adecuado» y que, a lo mejor, algún usuario podría darse cuenta y protestar por esa comercialización de sus datos por parte de un tercero, se han decidido a intentar parar el tema. Una demostración más de que a Facebook, en realidad, sus usuarios le preocupan entre poco y nada, porque no los ve como personas, sino como materia prima, como el producto que comercializa, sin más. Que en su plataforma puedan operar todo tipo de compañías y extraer sin control todo tipo de datos no es un problema, es una característica del sistema. Como dicen los desarrolladores, «it’s not a bug, it’s a feature«. La plataforma sigue funcionando como su fundador sabía que funcionaba cuando empezó a operarla: usuarios presuntamente idiotas que le entregan sus datos como si confiasen en él de toda la vida, para que haga con ellos lo que le dé la gana. Que esos datos sean después recopilados por «socios de confianza» y vendidos al mejor postor, al margen de cualquier tipo de reglas o de consentimientos no es un problema de Facebook, que simplemente opera la plataforma.
Si quieres, puedes pensar que la culpa es de esos usuarios que, sin pensarlo, comparten fotografías con su localización exacta en ellas para que cualquiera las pueda ver. Por supuesto. ¿no? ¿Quién iba a pensar que una compañía como Facebook permitiría que cualquiera, etiquetado como presunto «socio de confianza», extrajese todos esos datos y los vendiese a quien le diese la gana? Eso no se le ocurre a nadie, ¿no? Si piensas que lo natural es que una compañía con semejante capacidad de extraer datos someta a sus socios a algún tipo de control o, simplemente, se plantee qué diablos hacen en su plataforma y en qué consiste su negocio, estás muy equivocado. El mundo de Zuckerberg no funciona así. En el mundo de Zuckerberg, los problemas que serían obvios para cualquiera solo surgen cuando no queda nadie en el edificio que no se haya dado cuenta de ellos. Y por supuesto, cuando ya no tienen remedio.
Con Facebook estamos siempre en la misma situación: una persona carente de experiencia directiva más que la que ha obtenido en el único puesto que ha ocupado, que jamás ha respondido a nadie ni aprendido de nadie, que nunca ha tenido más reglas que las que él mismo ha dictado, y que gestiona su imperio sin ningún tipo de control. Ahora, en un nuevo episodio más de los muchísimos que habrá y que de los cuales, la inmensa mayoría, nunca llegaremos a conocer, nos enteramos de que nuestros movimientos por el mundo han sido sistemáticamente recopilados, procesados y vendidos a marketers para que nos hiciesen publicidad basada en nuestra geolocalización. ¿Qué podría salir mal?
*Texto íntegro e imágenes, publicados gracias a licencias Creative Commons