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Los ciclos de retroalimentación y el cambio de modelo económico

Los ciclos de retroalimentación y el cambio de modelo económico

Los ciclos de retroalimentación y el cambio de modelo económico

Por Enrique Dans*

La ya famosa fotografía publicada en Twitter por Steffen M. Olsen mostrando la dramática evidencia de la pérdida de hielo en cada vez más ecosistemas vuelve a poner de manifiesto la importancia de los ciclos de retroalimentación en la emergencia climática: que se pierdan cantidades récord de hielo en Groenlandia, donde está tomada la fotografía, en los glaciares del Himalaya o en el Ártico no supone únicamente un problema de cara a la elevación de los niveles de agua de los océanos y a la pérdida de zonas habitables, sino sobre todo, por la liberación de metano retenido hasta ahora en grandes cantidades en el permafrost y en los fondos marinos polares, un gas que genera un efecto invernadero muchísimo más potente que el dióxido de carbono.

Esos efectos de retroalimentación, en parte ocultos en el ya de por sí alarmante informe del IPCC publicado el pasado octubre, hacen que los objetivos de reducción de emisiones fijados en la mayoría de los países se conviertan en ridículos y absurdos: pretender seguir explotando centrales de carbón o que los vehículos de combustión interna circulen hasta 2050 es patético, y deja claro que el compromiso con la emergencia climática de la mayoría de gobernantes es nulo o puramente estético. Declarar la emergencia climática sin añadir a ello ningún tipo de medidas efectivas y aprobar inmediatamente después la expansión de un oleoducto es una prueba evidente de política enfocada únicamente al marketing, al greenwashing, sea un país o el mismísimo papa de Roma quien lo haga. Un gesto, importante, pero que requiere mucho más.

Mientras imbéciles como Donal Trump o Jair Bolsonaro sigan dedicándose a aniquilarlo todo y carezcamos de forma alguna de evitarlo porque pueden hacer lo que le dé la gana con su soberanía, seguiremos condenados al desastre. António Guterres al frente de Naciones Unidas puede intentarlo y esperemos que lo haga con todas sus fuerzas, pero todas sus recomendaciones pueden ser ignoradas por mandatarios empeñados en prolongar un modelo económico completamente insostenible e irresponsable. Mientras los neoliberales sigan afirmando que es que «seguro que los científicos se equivocan», como si esto fuese un juego y tras demostrarse que no es así bastase con una estúpida disculpa, la humanidad seguirá en peligro inmediato de desaparición. Hasta dos tercios de los británicos quieren acciones mucho más rápidas con respecto a la emergencia climática, pero muchos de ellos no tienen derecho al voto todavía.

Salvar la civilización humana requiere de un importante cambio de modelo económico. Pero además, es que la tecnología puede contribuir a ese cambio, está a la altura del desafío: los que no lo estamos somos nosotros, con nuestros patéticamente lentos procesos de adopción. Dejar todos los cambios al mercado es una irresponsabilidad sin precedentes, pero es que incluso con el mercado, podríamos plantearnos cambios muy importantes: ¿por qué es más caro un vehículo eléctrico? Simplemente, porque no hemos obligado a las compañías automovilísticas a abandonar el motor de explosión, y no hemos forzado que las dinámicas competitivas actúen como deben actuar. Irlanda, con un plan de choque contra la emergencia climática en pleno desarrollo, va a prohibir la venta de vehículos diesel y de gasolina desde 2030, dentro de once años, y aún así, sigue siendo demasiado tarde: hay que hacerlo antes, y que esa prohibición incluya no solo su venta, sino también su circulación. Otros, mientras, plantan árboles, que no es suficiente, pero también cuenta.

La tecnología puede aportar mucho. El machine learning puede ser utilizado para obtener modelos de eficiencia energética, logística y de muchos otros tipos que nos permitan planificar mejor nuestras necesidades. El desarrollo de automóviles eléctricos y autónomos puede eliminar la necesidad de una buena parte del transporte aéreo, convencer a los usuarios de la importancia de no volar si puede evitarse: mejorando trenes y automóviles podemos, simplemente, volar menos. Y ya en camino, el desarrollo de aeronaves eléctricas eficientes.

Pero sobre todo, entender que las energías renovables, tan denostadas por los neoliberales, ya son más baratas que las obtenidas mediante combustibles fósiles, incluso sin subsidios de ningún tipo. Los países que entiendan este cambio podrán aspirar a un papel importante en un modelo económico nuevo, en el que la conversión a un sistema sostenible pueda generar más ingresos y más puestos de trabajo. El Reino Unido ya ha logrado generar más energía a partir de fuentes limpias que de combustibles fósiles: en la década actual, el carbón ha pasado del 30% al 3%, la eólica desde el 1% al 19%, y la solar se ha elevado hasta el punto de permitir que el país sobreviva sus primeros 14 días sin quemar carbón. Ese. sin duda, es el camino: solo tenemos que forzar la máquina y hacerlo mucho más rápido. Al final, vamos a terminar con la civilización humana simplemente por culpa de la obsesión de salvar una serie de asquerosas industrias en declive.

A partir del momento en que entran en juego los ciclos de realimentación, todo es ya terreno inexplorado, y con consecuencias siempre peores de lo esperado. Lo único que puede salvarnos en una transición a un nuevo modelo económico con los indicadores adecuados, evitando la obsesión irracional con el crecimiento, y planteando un objetivo diferente: salvarnos como especie. Cualquier objetivo que se desvíe de esto es, simplemente, un error que pagaremos muy caro.

*Texto íntegro e imagen, publicados gracias a licencias Creative Commons

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