Las contradicciones de la educación
Por Enrique Dans*
El indudable éxito de Google Classroom en términos de adopción, debido no solo a sus interesantes características como producto sino también al hecho de que la compañía sigue un modelo de gratuidad tanto para las instituciones como para los alumnos que lo adoptan, y a un modelo de plataforma que permite integrar una creciente gama de aplicaciones, hace posible visualizar algunas de las interesantes contradicciones que surgen en torno al cambio de un modelo educativo que, mientras el contexto social cambiaba de forma drástica y evidente, se ha mantenido con escasos cambios y sometido a una innovación puramente incremental durante generaciones. Sí, la sociedad ha cambiado mucho en función del contexto tecnológico, pero… ¿realmente ha cambiado tanto en ese mismo período la forma en que educamos a los jóvenes?
El producto de Google está, pese a los intentos de reacción de sus competidores, tomando gran ventaja sobre ellos en términos de adopción y destacándose como mucho más adecuado para un modelo de enseñanza activa que otros basados en dispositivos que promueven una interacción más pasiva. Según algunos expertos, Google Classroom define la clase del futuro: tiene una configuración muy sencilla al alcance de cualquiera, permite el desarrollo de todo tipo de actividades sin recurrir al papel, conecta con otras herramientas de la compañía como Google Docs o Google Drive, posibilita la colaboración instantánea y sencilla entre los alumnos y con los profesores tanto dentro como fuera de las aulas, y permite a los profesores seguir el desarrollo individual de cada alumno de manera sencilla.
Pero obviamente, no todo puede ser tan sencillo como crear una herramienta, distribuirla gratuitamente y esperar que funcione a la perfección. Así, en las últimas semanas estamos viendo artículos en diversos medios que hacen referencia a cómo Google Docs se ha convertido en “la herramienta más popular de mensajería entre los estudiantes“, la versión moderna de las “notitas que antes se pasaban de mano en mano en las clases“, o en “el chat que usan delante de las narices de sus padres y profesores sin que estos se enteren“.
Los artículos hacen referencia a una contradicción clarísima: pretendemos dar a los estudiantes una educación moderna basada en la colaboración, que refleja cómo se trabaja hoy en día en cada vez más entornos, pero nos alarmamos cuando vemos que los estudiantes utilizan esas herramientas para comunicarse entre sí. Obviamente, el problema deriva de la adopción de una herramienta por conveniencia o por sus buenas condiciones, pero sin aceptar sus premisas fundamentales de funcionamiento: cualquiera que haya utilizado Google Docs alguna vez es consciente de que, además del uso de redacción colaborativa de un documento, permite abrir una ventana de chat en la que comentar cualquier cosa, pensada originalmente para hablar sobre el documento, pero que puede, por supuesto, utilizarse para cualquier otra cosa.
El resultado de la implantación de una herramienta como Google Class es, de manera inmediata, la aparición de una enorme – e imparable – cantidad de posibilidades de que los alumnos se comuniquen entre sí. Muchos profesores o padres, acostumbrados a un modelo de educación que restringía esa capacidad de comunicación durante el desarrollo de las sesiones, se alarman de forma inmediata y tratan de impedirlo, con la sorpresa de que, simplemente, no es posible. Lo que consideran un bug, un problema o un error del sistema, no es tal, sino que es un feature, una característica esencial para el funcionamiento del modelo. En cierto sentido, esa aplicación que esos profesores o padres educados en el modelo antiguo creían que era simplemente un programa para escribir, ha resultado ser no solo eso, sino un cambio de filosofía completo en el modelo de educación, que no tienen ni idea de cómo encajar.
El cambio en la educación no es solo una cuestión de herramientas. Es un cambio de filosofía completo que incluye un replanteamiento de todo, empezando por el formato de las clases, siguiendo por la manera de obtener información, por la forma de trabajar, por el modelo de evaluación… es mucho más profundo que simplemente dar a los alumnos una herramienta y tratar de hacer lo mismo que hacíamos antes. De hecho, como queda claramente demostrado, si intentas seguir haciendo lo mismo, fracasas claramente, porque la herramienta prácticamente “te boicotea” y parece trabajar en contra de tus intereses. Si no replanteamos el modelo de manera radical, la educación “de antes” simplemente “no encaja” en la herramienta.
Colaboración es colaboración. Y si abrimos la posibilidad de colaborar, abriremos necesariamente la posibilidad de comunicarse, para lo que sea. La educación consiste en hacer que los alumnos entiendan que toda herramienta puede ser utilizada con propósitos variados, y que les interesa utilizarla de la manera adecuada si quieren obtener unos fines determinados. Por supuesto, el problema no está únicamente en administradores, profesores o padres: está también en los alumnos, y la solución no es en absoluto sencilla, se requiere mucho trabajo para obtener un cambio de mentalidad. Pero eso no quiere decir que no sea importante conseguirlo, o sobre todo, que debamos, como hizo Francia, prohibir las herramientas nuevas y dedicarnos a consagrar el modelo antiguo como si fuera el ideal.
Las herramientas de la educación del futuro serán de Google o de otro, me da exactamente igual y carezco de interés personal alguno en ese sentido. Pero cuando el contexto cambia, y es claramente evidente que ha cambiado, la educación debe adaptarse al nuevo contexto, y pretender mantener el modelo antiguo se convierte en absurdo. Es hora de entenderlo y de plantear no simples adopciones de herramientas tecnológicas, sino una reflexión integral de cara a un cambio radical del modelo educativo.
*Texto íntegro, publicado gracias a licencias Creative Commons