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Y pensar que es una tumba

Y pensar que es una tumba

Y pensar que es una tumba

Por Malusa Gómez
@marylightg

La siguiente visita y una de las razones por las que se viaja la India es El Taj Mahal, ¿quién no ha oído hablar de él? o lo ha visto en una foto o en una película.

Una de las maravillas del mundo, que además de hermoso es acompañado de una preciosa historia de amor entre Shaha Jahan y Mumtaz Mahal.

Las expectativas eran altas, un amigo de estos que sí están muy viajados, cuando le conté que iba a ir a la India me dijo “el Taj Mahal es de los lugares más impresionantes que he visto en mi vida”, pensé que exageraba.

Nuestra hora de reunión con Sur – el guía – fue a las 5 am en la puerta del hotel. La idea era llegar temprano para así ver el amanecer y los cambios de luces. La camioneta nos dejó en una parada de autobús donde nos fuimos con otros turistas hasta la puerta del mausoleo, había gente de todos colores y nacionalidades. Las restricciones para entrar son muchas, no puedes llevar agua, ni plumas o lápices y te van a revisar la bolsa y a ti de forma exhaustiva; ya que estás ahí lo entiendes, no quieren correr ningún riesgo de que alguien traiga algo con lo que pueda dañar el edificio, nunca falta el chistoso que escribe “aquí estuvo fulano”.

Cuando llegamos a pesar de ser tan temprano, la fila ya era bastante larga. Hombres de un lado, mujeres del otro. Al comprar tu boleto, además del papelito te dan una botella de agua, no se trata de que te mueras de sed sino de que no metas ningún líquido que pueda lastimar las paredes o con el que puedas causar algún lío.

Una vez adentro vas caminado entre jardines muy bien cuidados, y a lo lejos se asoman sobre una barda las cúpulas del edificio. Antes de entrar hicimos una parada para escuchar la explicación, los nombres de los actores  y los datos relevantes.

Cuando atraviesas la puerta te queda el Taj Mahal de frente, está a muchos metros para poder admirarlo junto con ese espejo de agua en el que se refleja. Es una sensación complicada de explicar. Se me fue el aire –neta dejé de respirar -, no podía creer lo que estaba viendo, y sí, tengo que reconocer que soy tan cursi que hasta lloré. Y no por la historia de amor que lo acompaña, sino porque sin duda estaba frente a una de las construcciones más bonitas que he visto en mi vida. Impresionante, imponente, indescriptible y ahí supe que mi amigo no exageraba.

La visita da para mucho, pasear, admirar, sentir o solo sentarse a disfrutar. El tema de llegar al amanecer es un gran acierto pues el sol juega un papel importante en la visita, sin duda nada casual. El Taj Mahal fue construido en el lugar perfecto junto al río, con la orientación perfecta, no olvidemos que es un monumento creado como un homenaje, con lo cual no dejaron ir ni medio detalle. Por donde lo veas es una maravilla.

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