Sobre manipulación y buenismo
Por Enrique Dans*
Dos informes independientes, uno de la Universidad de Oxford y otro de la compañía norteamericana New Knowledge sobre las elecciones presidenciales norteamericanas de 2016 y los procesos de manipulación llevados a cabo por la Internet Research Agency (IRA) rusa para el Senado de los Estados Unidos revelan el impresionante nivel y la extensión de las maniobras de manipulación llevadas a cabo para intentar influir en el resultado de las elecciones y llevar a Donald Trump a la Casa Blanca, utilizando para ello todas las plataformas y redes sociales disponibles, exacerbando el racismo y tratando de generar la mayor polarización posible sobre todo en los votantes de raza negra y sobre los más conservadores.
Las pruebas aportadas por los informes inciden en la influencia jugada por los procesos de manipulación, que en algunas redes como Instagram o Facebook, jugaron un papel mucho más fuerte gracias al uso de contenido orgánico supuestamente creado por usuarios que al uso de publicidad entendida como tal. No, los informes no son “artículos de prensa”, ni “opiniones”: son estudios rigurosos que analizan infinidad de pruebas, de acciones y de cuentas que actuaron como fuerza determinante a la hora de generar los escenarios que dieron lugar a la manipulación, un tipo de investigación que puede hacerse porque todo en la red queda recogido en algún tipo de fichero log. Básicamente, lo que los rusos hicieron fue desplegar una auténtica realidad paralela creada por la actuación de miles de cuentas falsas de supuestos ciudadanos y asociaciones norteamericanas inexistentes, dando lugar a un escenario completamente inexistente que logró sesgar el voto de millones de estadounidenses, en una maniobra obviamente coordinada y de la que Donald Trump se convirtió en el gran beneficiado.
Los informes independientes contrastan con la hipótesis buenista que pretende que la manipulación es algún tipo de “pretexto” para explicar resultados electorales que no gustan. Cuando nos encontramos con pruebas que demuestran fehacientemente procesos de manipulación colectiva de libro, auténticas operaciones masivas destinadas a aparentar confrontaciones donde no las hay y polarizaciones que en realidad no existen o no al nivel pretendido, el voto deja de ser libre y pasa a estar mediatizado, más aún cuando esos procesos de manipulación tienen lugar sobre personas con nombre y apellidos, con parámetros sociodemográficos establecidos, y en circunscripciones electorales en las que las mayorías estaban en disputa según las encuestas. Un resultado obtenido así no corresponde a una verdadera democracia, sino a un teatro orquestado para obtener un fin . No, no son ciudadanos rebeldes que protestan contra lo establecido y expresan su disconformidad votando a un candidato inusual: es un proceso perfectamente diseñado para, al margen de los mecanismos válidos en la democracia, manipular a los votantes y generar en ellos unas reacciones que no habrían tenido lugar si esos ciudadanos hubiesen estado sometidos a una campaña llevada a cabo con medios regulares y válidos.
La combinación de unas redes sociales cómplices y renuentes a confesar la extensión de su papel con una Rusia perfectamente organizada para explotarlas y con la falta de formación de los ciudadanos en el uso de estas herramientas ha dado lugar a la que posiblemente sea la situación política más preocupante y tensa de los últimos tiempos, y ha servido además para poner en marcha una maquinaria que repite ese mecanismo en muchos otros escenarios. No, la hipótesis de los comportamientos espontáneos y rebeldes no se sostiene: es manipulación, pura y dura, llevada a cabo de maneras completamente orquestadas y probadas. Los resultados “sorprendentes” de procesos como las elecciones americanas, el referendum del Brexit o los chalecos amarillos en Francia no son únicamente el fruto de la insatisfacción o de las crisis de madurez de las democracias no son tales, sino el resultado de repeticiones incesantes de provocaciones ideadas por una agencia dedicada a provocar unas reacciones determinadas. Cuando las personas votan tras ser sometidas a un intenso proceso de manipulación, cuando lo hacen influenciados por un escenario completamente falso colocado ante sus ojos, no votan libremente, y los valores de la democracia se corrompen.
Dejémonos de hipótesis buenistas y de supuestas reacciones que, en realidad, no son más que teatrillos creados por escenarios manipulados hasta el límite. Estamos ante la crisis más importante jamás vivida por la democracia, y los actores implicados han hecho, hasta el momento, muy poco para evitar que se sigan repitiendo. Los problemas no se solucionan ni negando la mayor, ni echándose en brazos de la hipótesis que todos los análisis indican que es falsa. Los problemas son problemas cuando todos los indicios y los análisis realizados para entenderlos indica que lo son. Y efectivamente, tenemos un problema.
*Texto íntegro, publicado gracias a licencias Creative Commons